NG200803002
FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 686 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 semejante a ti, ¡oh Yahvé!. Tú eres grande, y grande y poderoso es tu nombre”, y Sb 14,21: “Y esto se convirtió en lazo para los hombres, porque los hombres, queriendo servir a la fortuna o a la tiranía, atri- buyeron a la piedra y a los leños el nombre incomunicable” ). 7°) La prohibición de exponer públicamente en el templo judío o fuera de él las imágenes de Dios fue el peligro de la idolatría, por- que la gente sencilla e inculta era propensa a ver a Dios en la imagen; peligro que no existe en las personas sabias. 8°) La prohibición expresada en el capítulo anterior al Decá- logo era particularmente embarazosa : “Puesto que el día en que os habló Yahvé de en medio del fuego, en Horeb, no visteis figura alguna, guardaos bien de corromperos, haciéndoos imagen alguna tallada, ni de hombre ni de mujer, ni de animal ninguno de cuan- tos viven sobre la tierra, ni de ave que vuela en el cielo, ni de ani- mal que repta sobre la tierra, ni de cuantos peces viven en el agua, debajo de la tierra, ni alzando tus ojos al cielo, al sol, a la luna, a las estrellas, a todo el ejército de los cielos, te engañes, adorándolos y dándoles culto; porque es Yahvé, tu Dios, quien se los ha dado a todos los pueblos de bajo los cielos. Pero a vosotros os tomó Yahvé y os sacó del horno del hierro de Egipto, para que fuerais el pueblo de su heredad, como lo sois hoy” (Dt 4,15-20). La solución que ofrece A Lapide es la siguiente: Aquí no se pro- híbe hacer imágenes; simplemente se informa al pueblo judío que Dios en el Sinaí no se manifestó de ninguna forma visible. Con ello se pretendía eludir la tentación de hacer imágenes de él como un ídolo al que debían adorar y dar culto. Fácilmente hubiese ocurrido que aquellos judíos incultos, al ver aquel simulacro del Dios, mas- culino o femenino, pensasen, en primer lugar, que era así, es decir masculino o femenino, y, en segundo lugar, al sentir la obligación de darle culto, adorarían no al Dios verdadero sino al dios falso. El contexto bíblico de la prohibición de imágenes y su justifica- ción nos obliga a caminar hacia el mundo antiguo, mucho antes de las interpretaciones ofrecidas por Camelia A Lapide. De no contar con su buena voluntad y de la hermenéutica propia de su época, habría que afirmar que él ha interpretado la Biblia en oposición a lo que la Biblia dice, aunque, como en toda interpretación, también se encuentren en
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