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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 674 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 vez puedan establecerse distintos puntos de vista desde los cuales pueda precisarse la actividad de una hipóstasis y de la otra: – En el Espíritu se destacaría la cuestión de la vida divina en el mundo, el poder vivificador. – En la Palabra se acentuaría el concepto de la revelación del Dios director de la historia y de su voluntad, el pensamiento expresado y la voluntad. Tanto el poder vivificador como el pensamiento expresado y la voluntad son dos principios decisivos. En el NT se acentúan más los rasgos originales del ser de cada uno: la palabra recibe (o le es atribuida) su función reveladora de la voluntad divina no sólo cuando se refiere al mensaje de la salvación divina con la propia dýnamis decididamente demostrada, crece, se amplía, corre, no puede ser atada con cadenas y se presenta como juez del sentido y de los sentimientos del corazón, sino cuando, de forma adecuada, esto ocurre en la identificación con la indepen- diente persona de Jesús. La designación de Cristo como el Logos en Jn 1 se halla tanto en conexión con el concepto de palabra del AT como en radical oposición frente al Logos helenista: no es la mente del mundo en sentido panteista ni una idea salvadora en el sentido abstracto, sino que se halla personificada en la vida personal humana en todo su ser actuante en el mundo y en el Reino. Concentrar los fundamentos de la revelación divina en una palabra, que sea como el desvelamiento de la voluntad divina es el modo personal-espiritual de la acción divina en el hombre, en contra de la divinización física y de la unión mística que, al mismo tiempo, oculta la majestad divina y sintetiza creación y redención, el orden natural y la nueva creación, lo estático y lo dinámico, la presencia y el futuro en una unidad. Esto fue posible por la aplicación del uso de la palabra en el AT en toda su plenitud al redentor y por eso sólo puede comprenderse desde el AT. Pero también la unión del espíritu y de la palabra, tal como aparece de diversas maneras en el AT, recibe en la fe del NT en el Espíritu Santo, bajo cuya fuerza Jesús realiza su acción profética y

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