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SUCEDÁNEOS DIVINOS NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 669 en ellos hay; que guarda fe por la eternidad”. “Él cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre... Él manda su decreto a la tierra y su palabra corre velocísimamente. Él da la nieve como lana y esparce como ceniza la escarcha...” (Sal 33,6. 9; 104,5- 6.8-9; 146,6; 147,4-5. 15ss; 148,5-6). En correspondencia, los cielos anuncian el honor de Dios y la voz de los niños su grandeza: “Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. El día habla al día y la noche comunica sus pensamientos a la noche”. “Las bocas mismas de los niños, de los que maman, son ya fuerte argumento contra tus adversarios, para reducir al silencio al enemigo y al perseguidor” (Sal 19,2ss; 8,3) 27 . Así habla la Biblia de la creación. Se sirve de la poesía para brindamos un bellísimo canto al Creador y a su obra. Objetivamente las cosas no ocurrieron así. Los científicos nos brindan el fruto de sus investigaciones de forma más acorde con el “modo” de la creación . El siguiente brevísimo resumen nos coloca en la trayectoria ade- cuada: Hace muchísimos años, –los científicos hablan de hace 15 a 20 mil millones de años– cuando todavía no había ni tiempo ni espa- cio –ambos conceptos se hallan unidos al acto creador– dijo Dios: ¡Hágase! Y lo que no existía comenzó a existir. Y Dios creó una semi- lla muy pequeña –muchos científicos la comparan con la cabeza de un alfiler– en la cual se encontraba, como posibilidad de ser, como potencial real, todo lo que ha existido, todo lo que existe y existirá. Aquella bola insignificante contenía todo el material que constituye el universo. En ella Dios creó inicialmente el Universo. Con él y unidos a él aparecieron el tiempo y el espacio. El Universo no se hallaba en su estado actual, que es muy com- plejo, sino formado por partículas elementales –como los quarks, los electrones, los neutrinos–. De ellas se generarían otras partículas más complejas –como los protones o los neutrones–. Y de éstas, a su vez, otras estructuras aún mas complejas –como los átomos. 27 Ib., 35-36.

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