NG200803002

SUCEDÁNEOS DIVINOS NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 661 nitiva (Is 11,2: “Sobre el que reposará el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espí- ritu de entendimiento y de temor de Yahvé”) . El tiempo carismático del período de los jueves quedó como una profunda añoranza de cuando el pueblo vivía bajo la inmediata dirección divina. Más tiempo duró el pensamiento del espíritu que había sido experimentado durante el movimiento de los antiguos profetas. La fuerza con que irrumpieron en la vida del pueblo los grupos de extá- ticos mantuvo la certeza inquebrantable de la acción de Dios a través de su espíritu. La convicción de que Yahvé actuaba por medio de su aliento-espíritu y en él manifestaba su poder hizo que otros medios de su intervención inmediata en el mundo fuesen menos necesarios y pasasen a un segundo lugar. La trascendencia de Dios fue beneficio- samente acentuada, sin que perdiese en interioridad su inmanencia. Este esclarecimiento de la fe yahvista consiguió que en el mundo milagroso de la actuación espiritual-personal del Dios de la alianza se insertase con más fuerza el sentido de la llamada y de la decisión por parte del hombre. Los “hombres del espíritu” coincidían con los de la palabra: “Viene el día del castigo. Clama Israel: “Es un insensato el profeta, presa del delirio el hombre del Espíritu. A la enormidad de tus iniquidades se añade la enormidad de la persecución” (Os 9,7) y esto no sólo donde un oráculo divino era atribuido expresamente al espíritu: “Y alzando los ojos vio a Israel acampado, tribu por tribu. Vino sobre él el espíritu de Yahvé, y tomando la palabra dijo: Orá- culo de Balam, hijo de Beor... siguen los oráculos: (Nm 24,2ss). “El espíritu de Yahvé habla por mí, y su palabra está en mis labios. Ha hablado del Dios de Jacob...” (2S 23,2). Esta “doble” fuerza se convertía en el signo del poder auxilia- dor y de la disponibilidad del Dios de la alianza frente a los suyos. A veces, la inclinación a acentuar el poder milagroso de los profetas llevó a una tergiversación de la acción del espíritu, restringido a la ayuda mediante la realización de milagros: “De allí subió a Bétel y según iba por la pendiente, salieron de la ciudad unos muchachos y se burlaban de él, diciéndole: ¡Sube, calvo!, ¡sube calvo!. Volvióse él a mirarlos y los maldijo en nombre de Yahvé, y salieron del bosque dos osos y destrozaron a cuarenta y dos de los muchachos” (2R 2,23-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz