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SUCEDÁNEOS DIVINOS NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 651 En la época helenista la palabra prósopon tiene también el significado de nuestra palabra persona . Se emplea para designar al hombre en su posición en la sociedad humana que le rodea. La cara, “el ojo está situado para los dioses y para los hombres de tal manera que en él se reconoce a la persona” 21 . Por tanto, prósopon es utilizado como sinónimo de otros términos como soma , que, anteriormente, fue utilizado con el significado que nosotros damos a la persona. El rostro de Dios no es una expresión distinta de la persona. Son conceptos sinónimos. En muchos de los pasajes de los LXX la palabra prósopon, que traduce la hebrea panim , designa el rostro o la faz de Dios, acentuando el significado de su mirada dirigida al hombre. Cuando hablamos del rostro de Dios, estamos utilizando una expresión antropomorfa. No salimos del terreno de los antropomor- fismos. Si se dice que Dios vuelve su rostro hacia el hombre se está afirmando que le tiene simpatía, que le muestra su benevolencia y comprensión, que le concede la paz. La fórmula con la que, según la ley mosaica, el pueblo debe ser bendecido es la siguiente: “Que Yahvé te bendiga y te guarde. Que haga resplandecer su faz sobre ti y te otorgue su gracia” (Nm 6,24-25). El paralelismo no puede ser más claro: la bendición y la protección son sinónimos del resplandor del rostro sobre el hombre y de la donación de su gracia. Si Dios aparta su rostro del hombre es que le retira su gracia: “De la Roca que te crió te olvidaste; diste al olvido a Dios, a tu Hace- dor. Y voló Yahvé y se irritó. Hastiado por sus hijos y sus hijas. Y dijo: “ Esconderé de ellos mi rostro ; veré cuál será su fin, porque es una generación perversa, hijos sin fidelidad alguna” (Dt 32,18-20). “Cla- man a Yahvé; pero Yahvé no los oirá, ocultará de ellos su rostro por la malicia que en todas sus obras pusieron” (Mi 3,4). Que Dios vuelva la cara a otro lado constituye la preocupación agobiante del orante: “¿Hasta cuándo, por fin, te olvidarás, Yahvé, de mí? ¿Hasta cuándo esconderás de mi tu rostro?” (Sal 13,2) “Pues tú, ¡oh Yahvé, por tu benevolencia me asegurabas honor y poderío. 21 G. KITEL, ákúo, ánoé, en TWz NT , I, 218.
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