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SUCEDÁNEOS DIVINOS NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 647 tros y a participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Rm 8, 18.21) Esto significa que el hombre participa en la gloria no en la actua- lidad, sino en la vida plena ultramundana: “ se siembra en ignominia y se cosecha en gloria” (1Co 15,43). Naturalmente que, de lo dicho anteriormente, puede deducirse que la participación de la gloria no se limita al futuro. Hay algunas afirmaciones que la sitúan plenamente en el pasado: “Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria” (1Co 2,7). El último de los cinco verbos con los que Pablo describe el plan divino de la salvación es la glorificación : conocimiento previo, pre- destinación a ser conformes con la imagen de su Hijo; llamada-voca- ción, justificación y a los que justificó a estos también los “glorificó” (Rm 8,29-30). Cuando consideramos la escatología como la consumación, o desde el aspecto necesario del acto final de la acción de Dios, no debemos perder de vista su punto de partida o la raíz que se clava en el designio divino de la salvación. La doxa-gloria y la llamada tienen el mismo origen. Y en este origen se halla la garantía de la consumación por la acción del Espíritu, que es el comienzo y las arras del nuevo ser del creyente, que incluya la gloria: “para que según los ricos tesoros de su gloria os conceda (el Padre) ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu” (Ef 3,18). Dios y el Espíritu de la gloria son los garantes de que la doxa escatológica del más allá se halle ya presente en el momento actual. La razón está en la unión-pertenencia de los creyentes al Señor que es Espíritu: “El Señor es Espíritu y donde está el Espíritu está la libertad” (2Co 3,17). Sobre la base de esta principio, se construyen dos series de afirmaciones y pensamientos (2Co 3,7ss):

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