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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 644 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 van mi nombre, que yo los creé y formé “para mi gloria” (Jr 43,7) 16 . La concepción del judaísmo tardío sobre la kabod de Dios se retro- trae y aproxima a la que hemos constatado en los círculos sacerdo- tales: la shekina , es decir, el signo visible de la presencia divina que descendió a la tierra desde lo más oculto de los cielos y se apareció a los hombres como un resplandor de la gloria celeste, especialmente en la oración y en el estudio de la Ley, prácticamente se identifica con la kabod . Por otra parte, se observa una influencia de los cír- culos sacerdotales en la línea profética: la forma de la aparición de Dios cuando El, como Señor regio, se encuentra con su pueblo en el ámbito del juicio o de la gracia, en la consumación del reino de Dios en la historia definitiva toma forma humana: el Mesías se convierte en una figura de la gloria de Dios, cuyo resplandor se extiende más allá de él. El Hijo del hombre recibe del Anciano de muchos días “la gloria, el imperio y el señorío” (Dn 7,14) ; se sienta en el trono da la gloria y la comunica a los redimidos por él. La línea a la que hemos apuntado alcanza su culminación en “el Señor de la gloria”: “Que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo (se refiere el Apóstol a la sabiduría divina), pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria ” (1Co 2,8); “Hermanos míos, no juntéis la acepción de personas con la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo” (St 2,1). Esta plenitud merece un mayor desarrollo que ofreceremos a continuación. Junto al significado de kabod en el sentido de la gloria supra- mundana y de la aparición de Dios, la palabra es utilizada, natural- mente, como la expresión del honor y la gloria de forma general. Teniendo esto en cuenta, la kabod es, a veces, sinónima de los mila- gros y señales extraordinarias o signos a través de los cuales Yahvé demostraba su poder “Que todos aquellos que han visto mi gloria 16 F. FERNÁNDEZ RAMOS, O.c., 42: “Jesús, en cuanto el acontecimiento esca- tológico, es la manifestación de la gloria, de la doxa . Ver el rostro de Cristo, la gloria que él revela, significa ver al Dios invisible. El evangelio de Juan lo formula de esta manera: “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Jn 12,45; 14,9). Es el reflector de la gloria divina, de Dios mismo. Ver mi artículo , La Metamorfosis del creyente, en Salmanti- censis 43 (1996) 220-222.

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