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SUCEDÁNEOS DIVINOS NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 643 querubines alados, sobre el firmamento describe la existencia de un trono y, además, un remolino de fuego y una figura como la de un hombre, que brillaba como bronce en ignición. Tal era la apari- ción de la gloria de Dios . Huía de Jerusalén en un carro con ruedas fantásticas e incomprensibles. La descripción de su vuelta al templo de Jerusalén es semejante a la de su partida (Ez 1, 1ss; 43,1ss). En ambos textos llama la atención que el templo es o debe ser el lugar de la gloria de Yahvé donde tiene su trono . Otra característica singular de Ezequiel consiste en que la gloria de Yahvé tenía forma humana descrita bajo la influencia de la naturaleza luminosa de Dios. El resto de los textos del A T que hablan de la gloria de Yahvé no lo hacen sistemáticamente y acentúan unos y otros diversos aspectos de Dios: habita en el templo (Sal 63); es destacada su grandeza (Sal 138,5 ); Yahvé es el rey de la gloria (Sal 24,8); especialmente unido al kabod está el sem , el nombre, sobre todo cuando se trata de alabar su grandeza (Sal 66,2; 79,9). En estas descripciones oracionales poéti- cas, kabod es un vocablo apenas distinto de Dios. Kabod puede sig- nificar entonces el reconocimiento externo, el “honor” que se puede tributar o rechazar a Dios; así en la existencia frecuente de “dar” kabod a Dios, es decir, reconocer el peso, la grandeza, la sublimidad de su divinidad con todas sus consecuencias. Dios no da su gloria a otros dioses (Is 42, 8: “Soy yo, Yahvé es mi nombre, que no doy mi gloria a ningún otro, ni a los ídolos el deber que me es debido; Is 48,11: “es por mí, por amor de mí lo hago, porque no quiero que mi nombre sea escarnecido, y mi gloria a nadie se la doy” (Is 48,11). En una inmensa proporción la kabod de Dios es un objeto de esperanza religiosa y un rasgo típico y acuñado de la esperanza esca- tológica. Se trata de un revelación, pero no de la naturaleza de Dios, sino de la realización de su pretensión de señorío en el mundo. Este aspecto adquiere una acentuación tan profunda que se hacen inter- cambiables las frases siguientes: “Yahvé será la kabod para Israel, o Israel ha sido creada para la kabod de Yahvé” (Zc 2,9: “Y yo seré para ella (para la ciudad de Jerusalén), dice Yahvé, muro de fuego en derredor, y seré su gloria en medio de ella”; “A todos cuantos lle-

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