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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 642 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 los acompañantes inseparables de las teofanías: tormenta, nubes, relámpagos, fragor, fuego. A pesar de experimentar la kebod Yahvé en la tormenta, Yahvé no puede ser identificado con estas manifestaciones de la natu- raleza. Más aún, su manifestación en ellas es muy sobria. Nos lo demuestra la bella historia de Moisés cuando quiso ver a Yahvé (Ex 33,18ss: situado estratégicamente entre las grietas de la montaña, al pasar Yahvé por delante puso su mano y sólo pudo verle la espalda, es decir, indirectamente . No se trata de una visión al estilo de las des- critas en las tormentas y demás fenómenos meteorológicos). La kabod es un elemento que pertenece a las regiones más altas del cielo en contraposición al firmamento que designa el ámbito de lo creado: “Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” ( Sal 19,2). Israel apenas se preocupó por establecer el ser y el permanecer de la gloria de Dios más allá de las posibilidades de comprensi6n del hombre. Los círculos sacerdotales se sintieron obligados a suplir esta laguna. Por supuesto el punto de partida fue el reconocimiento de que el habitat de Yahvé era el cielo; pero, de vez en cuando, tenía que descender para hacerse visible al pueblo, para hablar con Moisés, para administrar la justicia y establecer el derecho... Este problema se resolvió creando, primero, “la tienda de la reunión” y después el “templo de Salomón”. Así surgió el espacio elegido por Dios en el que podía establecer la unión y el encuentro con su pue- blo sin que su “santidad” le consumiese o devorase. Pero aún así debía ocultarse mediante la nube (Ex 24,15ss; 40,34s). La esencia del kabod representa como una realidad ardiente y brillante; de ella brota un fuego devorador que consume los sacrificios. Pero, desde su establecimiento sereno y tranquilo la kebod Yahvé pasó a estar vinculada a los fenómenos cósmicos, la nube en particular, a una aparición real y personal de la gloria de Dios. El profeta Ezequiel optó por otra solución. La kebod Yahvé se le manifiesta a él solo en visiones raras e indescifrables en contra de las visiones abiertas a todo el pueblo. Estas contemplaciones visionarias enigmáticas le llevan más allá de las descritas en los círculos sacer- dotales. Por encima del nublado impetuoso aparece un vehículo de

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