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FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS 640 NAT. GRACIA LV 3/septiembre-diciembre, 2008, 629-693, ISSN: 0470-3790 cio a Baal inmigrado a Canaán y que fue aplicado a Yahvé. También podía referirse al dios de la tormenta, Baal-Hadad o Adad-Rammán 14 . El Sal 72,19 confirma lo que acabamos de decir: “Sea bendito el nombre de Yahvé, Dios de Israel, el único que hace maravillas. Y bendito sea por siempre su glorioso nombre, y llénese de su glo- ria toda la tierra. Amén, amén”. No dejemos pasar por alto que el “nombre” y la “gloria” se hallan cercanos y aparecen como sinóni- mos. Tanto el uno como la otra, el nombre y la gloria, son manifesta- ciones majestuosas del Dios presente en la palabra y en la teofanía. El brillo de la luz de Dios debe resplandecer sobre todo el mundo (Is 6,3; Nm 14,21). Para que el vocablo en cuestión pueda ser utilizado en referencia a las acciones mencionadas, es conveniente partir de su significado original. Antes de entrar en el mundo religioso perteneció al profano. Kabod designó el peso, la energía, la grandeza; de ahí se utilizó para expresar el honor , pero no un honor idealmente considerado, sino el derivado de lo que nosotros llamamos el peso específico del hombre, aquello que le caracteriza, que le confiere una personalidad singular, que provoca en los demás el reconocimiento de su categoría y sin- gularidad. De ahí que kabod signifique varias cosas: desde las rique- zas: “Oyó Jacob a los hijos de Labán decir: “Ha cogido Jacob todo lo de nuestro padre, y con lo nuestro ha hecho toda esa riqueza” (= col “hakabod” hazé , en hebreo). Textos similares al que vinculan la gloria a las riquezas nos ofrecen Is 10,3; 66,12; Sal 49,17), hasta otras manifestaciones externas de honor, como el poder, el éxito (Gn 45,13; 1R 3,13; Pr 21,21: “el que hace justicia y misericordia hallará vida y “honor” , el último término es la traducción del hebreo beka- bod . También encontramos este sentido en los salmos: “La proclama- ción del nombre de Dios se halla frecuentemente unida a la teofa- nía”. La presentación de Dios frecuentemente vinculada a la teofanía le convierte en inseparable del poderío de Yahvé manifestado en las tormentas, como ocurría con el dios Baal-Hadad o Adad-Rammán, 14 A. WEISER, O.c., I, 433. -H.J. KRAUS, O.c., II, 87. 93.

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