NG200802004

MONTSERRAT BARTOLOMÉ LUISES 538 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 519-542, ISSN: 0470-3790 un espejo que reproduce las imágenes cósmicas y las transciende en su eterna aproximación hacia lo absoluto. El ojo de la mente simbo- liza el acto de humildad necesario para todo investigador. En cuanto que el ojo permanece en la intuición del objeto percibido, el amor y la belleza aparecen sólo cuando la mente los concibe en su autén- tica forma, ajena a toda visión y alejada de contornos exteriores de las imágenes 56 . El objeto divino aparece según la limitación y pasión del ojo de la mente, de suerte que el modelo absoluto es siempre un enigma que se desvela, más allá de todo semblante y saber, por el silencio recóndito y secreto. Cualquier interpretación humana de la realidad debe adecuarse a la estructura ontológica de la naturaleza. En el sistema normativo de la comprensión de lo real se establece el marco lógico universal, en el que se sitúa todo fenómeno singular. La naturaleza no tiene que adaptarse a los sentidos y la razón, sino que éstos deben ajustarse a lo que revela la naturaleza, que dirige al hombre hacia la conquista de la verdad 57 . La capacidad humana se enaltece por la naturaleza, con independencia de cualquier mérito sobrehumano. El descubrimiento del hombre se vincula a la indaga- ción de la auténtica naturaleza y al restablecimiento de su ley que se halla por encima de la razón. Bruno defiende la necesidad de la función liberadora de la mente que viaja por los infinitos caminos del cosmos, atravesando las angustiosas fronteras de la finitud, per- fección y eternidad del mundo aristotélico gobernado por el primer motor. El hombre tiene la capacidad de abrirse a una nueva visión del universo y de las cosas. Los ignorantes se amparan en los dioses para huir de la amenaza del enemigo, pero los héroes despedazan 56 Cf. G. BRUNO, De umbris idearum , O.c. , 48. Cf. G. BRUNO, Candelaio , ed. G. Bárberi Squarotti (Torino 2000) 92 : “Adoriamo le sculture e le imagini, ed ono- riamo il nome divino scritto, drizzando l’intenzione a quel che vive”. [“Adoramos las esculturas y las imágenes y honramos el nombre divino escrito, dirigiendo la inten- ción a lo que en ellas vive”]. Cf. trad. T. LOSADA, O. c. , 245. 57 Cf. G. BRUNO, De immenso et innumerabilibus , O.c. , liber VII, 274-275. Véase, asimismo, Lucrecio, De rerum natura , ed. bilingüe E. Valentí y J. L. Ciruelo (Barcelona 1985) LII, vv. 60-62.

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