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LOS TRASCENDENTALES EN LA COMUNICACIÓN: UNA PROPUESTA EDUCATIVA… NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 429-474, ISSN: 0470-3790 469 De aquí, las apuestas recientes de empresas poderosas por cam- pañas publicitarias morbosas, que buscan el conflicto como manera de salir de la indiferencia habitual que genera ya cualquier campaña publicitaria. Así, como ya se ha señalado en la introducción a estas páginas, hemos asistido en los últimos meses a la acusación hacia Armani por parte del Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid por incitar al turismo sexual en su campaña de ropa “Armani junior”. Días antes, el Instituto de la Mujer llamó la atención, por promover la violencia machista, sobre el anuncio de Dolce & Gabana, en el que un hombre sujeta las muñecas a una mujer tendida en el suelo. Este tipo de prácticas, que atentan claramente contra la dignidad de hombres y mujeres, se hallan, sin embargo, del todo generalizadas en nuestros días. Es más, el señalado recurso a activar las áreas ani- males del cerebro comienza a ser explotado intensamente tanto en la publicidad como en un número creciente de programas televisivos. Los reality shows son, en este sentido, un ejemplo altamente signifi- cativo de esto, pues en ellos se busca la identificación de la mente del espectador con el morbo o el conflicto que se genera en tales. Resulta verdaderamente obsceno analizar el proceso en torno a cómo hemos sustituido el escándalo inicial que nos sobrecogía al contemplar hace apenas tres o cuatro décadas las informaciones televisivas sobre catástrofes naturales en otras áreas del globo, por la insulsa y soez parsimonia con la que una docena de humanos desevolucionan ante las cámaras encerrados en una casa. El más sencillo análisis revela, por lo tanto, cómo el destierro de la belleza en el ámbito de la Comunicación nos ha conducido al reino de lo grosero y lo banal. Creo que dicha banalización se ha producido en dos frentes: en primer lugar, la frivolización del modelo o formato reality y su conversión en noticia cuyo desenvol- vimiento el espectador sigue (bien a través de la TV , bien de Inter- net, o de los móviles) a cada hora haciendo de ello su microcosmos, tan lejos de lo que realmente ocurre en el mundo real. Podría com- pararse, en esta línea, el proceso degenerativo, por poner un caso, entre la ejemplaridad literaria de la obra de William Gölding El señor de las moscas , o de la novela de George Orwell 1984 , y el reality show , con el proceso similar llevado a cabo entre el Renacimiento

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