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ASUNCIÓN ESCRIBANO HERNÁNDEZ 456 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 429-474, ISSN: 0470-3790 un trasfondo permanente, bien sea provisto por Dios, por la Razón, por la Historia, o por el yo” 59 . Precisamente porque los comunicadores (en particular los creyentes) estamos hoy en una situación inmejorable para volver a dotar a los hombres de ese trasfondo que trascienda sus actos, he considerado la idea o el principio de “lo bueno” como el primero a la hora de establecer los rasgos de esta nueva comunicación que necesitamos. Sin duda alguna, la esperanza contribuye en gran medida a encarar bondadosamente los procesos de comunicación en nuestro mundo. Sirva también como ejemplo otro testimonio sobre la esperanza que me parece importante porque incide en un aspecto clave que con frecuencia se olvida: el de la ventaja que un comunicador cristiano tiene sobre el que no lo es. En una confe- rencia impartida por el filósofo del Derecho y politólogo Norberto Bobbio en 1984, manifestó lo siguiente: “Uno de los entrevistadores de ayer me preguntó al final: “¿Qué espera, profesor?” Le respondí: “No tengo ninguna esperanza. Como laico, vivo en un mundo en el que la dimensión de la esperanza es desconocida”. Preciso: la esperanza es una virtud teologal. Cuando Kant afirma que uno de los tres grandes problemas de la filosofía es “qué debo esperar”, se refiere con esta pregunta al problema religioso. Las virtudes del laico son otras: el rigor crítico, la duda metódica, la moderación, el no prevaricar, la tolerancia, el respeto a las ideas aje- nas, virtudes mundanas y civiles” 60 . Como profesionales de la comunicación laicos tenemos a nuestro alcance poner en práctica todas esas virtudes “mundanas y civiles”, como las denominaba Bobbio. Pero, como cristianos, además, tenemos la gracia de contar con un horizonte hacia el que dirigir nuestro trabajo, un horizonte ajeno a las recompensas de este mundo, que no siempre llegan para decepción de quienes sólo las tienen a ellas. Por el contrario, nosotros, los creyentes, sí esperamos, y por eso no tenemos excusa para no comunicar buenas noticias. 59 I. MURDOCH, La soberanía del bien (Madrid 2001) 59. 60 N. BOBBIO, De senectute y otros escritos biográficos (Madrid 1997) 137.

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