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CARLOS NOVOA 420 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 estructura a modo de espejo entre la primera y la segunda parte de la carta. Posteriormente , nos detuvimos en la lectura del contenido de la misma. Para lo cual tomamos como punto de partida algunos términos, que por su frecuencia, se presentan como llamadores o “insistencias temáticas”, develando, de esta manera, los núcleos teo- lógicos empleados por Francisco. A continuación, siguiendo los trazos de la triada obediencia- fraternidad-misericordia, nos sumergimos en los demás Escritos del santo, que semánticamente pertinentes, pudieran darnos la ubica- ción y el modo de leerlos, posteriormente, al interno de la carta. El tercer capítulo lo hemos dedicado a concentrar la mirada sobre los aspectos específicos del discernimiento espiritual, así como sobre los términos “discerno” y “discretio” que en Francisco alertan sobre el discernimiento. Seguidamente hemos recogido los resultados precedentes pudiendo así leer en la obediencia, el obje- tivo del discernimiento; en la fraternidad, el ámbito; y en la miseri- cordia, la clave hermenéutica de un discernimiento franciscano. Utilizando las palabras de Lavilla Martín, podemos afirmar que Francisco, en la EpMin , se manifiesta como un maestro en el discer- nimiento y como un auténtico pedagogo en el acompañamiento de los hermanos 118 . Pero, ¿cómo lo hace? Intentemos releer la Carta a un ministro, ahora bajo esta óptica. El procedimiento técnico del discernimiento se inicia con una bendición: “Dominus te benedicat” ( EpMin 1). En ella, Francisco, como facilitador , se retrae sin retirarse, provocando la inclusión del actor principal de todo discernimiento: el Señor. No sería aventu- rado suponer que el ministro haya invocado, como motivo, la “ins- piración” en el momento de solicitarle a Francisco, poder retirarse a un eremitorio para vivir su particular vocación contemplativa. En todo caso, el hermano de Asís, no hace más que colocar en la 118 Cf. M. A. LAVILLA MARTÍN, La misericordia en San Francisco de Asís , 280. En el mismo sentido se manifiesta C. VAIANI, Vedere e credere , p. 106.

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