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EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 383 Francisco lo sabe. Conoce la fragilidad del corazón. Conoce cómo se revoluciona cada fibra de nuestro ser, cuando aquel hermano para quien no alimentamos ninguna simpatía, está lejos y se pre- senta así, la oportunidad diabólica de la difamación, la habladuría, el chismorreo, la delación, el hablar de más. Sin embargo, notemos cómo el santo, no se detiene en el con- tenido de las palabras, sino en la actitud: no decir nada que con caridad no pudiéramos decir delante de él. La invitación no es a callar, sino a hablar con caridad. El desafío no pasa por ocultar lo mejor posible lo que pensamos de los demás, sino en manifestarlo con caridad delante de los interesados. Una vez más, Francisco se constituye como facilitador de las relaciones fraternas. No hemos sido llamados a vivir como ermitaños bajo el mismo techo, sino a crear una fraternidad evangélica, respondiendo al Amor de Quien nos ha llamado. Adm 13 “Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). El siervo de Dios no puede conocer cuánta paciencia y humildad tiene en sí, mientras todo le suceda a su satis- facción. Pero cuando venga el tiempo en que aquellos que deberían causarle satisfacción, le hagan lo contrario, cuanta paciencia y humildad tenga entonces, tanta tiene y no más”. El binomio paciencia-humildad, tan querido por Francisco (cf. 2EpFid 44; Rb 10, 8-10; Adm 27, 2), aparece aquí por partida doble como centro de verificación, para poder afirmar que el hermano es “pacífico” . Cuando todo marcha sobre los rieles de nuestras expectativas dándonos satisfacción, no podemos conocer si tenemos paciencia y humildad, esto es, si somos pacíficos. Hay que esperar el tiempo de las tormentas, el tiempo de las contradicciones, el tiempo de las amarguras; es entonces, cuando cuanta más paciencia y humildad tengamos en las situaciones insatisfactorias, podremos decir tanta tenemos y no más. Es un principio de sano realismo, el que pro- pone Francisco. Principio saludable a ser tenido en cuenta en las relaciones fraternas. Porque solamente los pacíficos pueden ser her- manos, porque los pacíficos serán llamados hijos de Dios. He aquí

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