NG200802001
EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 381 Las Adm son, sin duda, una recolección de textos, dichos y frases de Francisco de diversa longitud, todos de una profunda sabiduría. Por la estructura del pensamiento que en ellas se desarrolla, por el contenido fuertemente bíblico, tanto explícito como implícito, y por la actualización de la Palabra de Dios a la vida, que el santo realiza en cada una de ellas, nos parecería oportuno considerar- las como la Lectio Divina de san Francisco. Una lectio que por su comunicabilidad y recepción se ha transformado con el tiempo en una verdadera Collatio Fraterna . Nosotros tomaremos, de entre ellas, solamente las que conside- ramos más pertinentes al objetivo de todo este trabajo. Adm 9 “Dice el Señor: Amad a vuestros enemigos, [haced el bien a los que os odian, y orad por los que os persiguen y calumnian] (Mt 5,44). En efecto, ama de verdad a su enemigo aquel que no se duele de la injuria que le hace, sino que, por amor de Dios, se consume por el pecado del alma de su enemigo. Y muéstrele su amor con obras”. Comienza esta Adm con una cita textual del Evangelio. Note- mos el verbo puesto al presente: dice el Señor. El contenido es el del amor a los enemigos. Amar a los que no nos devolverán, pero no sólo, sino amar a los que están en las antípodas de nuestras expectativas y deseos; amar a los que se han configurado, respecto de nosotros, como los no amables, porque son nuestros enemigos. Francisco se coloca del lado del que ha sido víctima, pero no asume las consecuencias del amor herido, típico de la víctima, sino que lo invita a trascender las heridas y lo ubica con la mirada dirigida hacia la situación en la que se encuentra el victimario. Así subraya el amor con un calificativo de alto realismo: ama de verdad no aquél que se lamenta de la herida recibida, sino aquél que, en el horizonte del amor de Dios, modelo de todo amor, se consume , siente que le queman las entrañas, por el pecado del alma de su enemigo. Notemos cómo Francisco se pone en la lógica del amor misericordioso de Dios, que se dejó consumir en su Hijo, por el pecado de la humanidad. Todavía más, el amor al enemigo no es, solamente, una cues- tión de purificación de los sentimientos de revancha y venganza,
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