NG200802001
EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 373 Concentraremos la mirada sobre aquellos textos que retenemos más significativos ya que analizar todos los pasajes excedería el objetivo de este trabajo. i. En la Regla bulada ( Rb ) Rb 5, 1-4 “Los hermanos a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente, de tal suerte que, desechando la ociosidad, enemiga del alma, no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, al cual las demás cosas temporales deben servir. Y como pago del trabajo, reciban para sí y sus hermanos las cosas nece- sarias al cuerpo, excepto dinero o pecunia, y esto humildemente, como conviene a siervos de Dios y seguidores de la santísima pobreza”. En el capítulo dedicado al trabajo de los hermanos, Francisco da una pauta de cómo entenderlo y vivirlo. El trabajo es, en primer lugar, una gracia del Señor que ha de ser ejercitada en la atmósfera de la fidelidad y la devoción. Es presentado como remedio contra la ociosidad y se llama la atención de someterlo al espíritu de la santa oración y devoción, a cuyo servicio debe estar. Así la oración para los hermanos se configura en el “primer trabajo”. En segundo lugar, el trabajo no es pensado estrictamente en términos ascéticos de corte monástico, sino en términos de frater- nidad evangélica, pues ha de servir para el sustento propio y de los hermanos. De esta manera, lo que ha sido recibido como gracia personal ha de ser puesto al servicio de todos, pues este es el sello particular de los siervos de Dios y seguidores de la pobreza. Rb 6, 7-9 “Y, dondequiera que estén y se encuentren los herma- nos, muéstrense familiares mutuamente entre sí. Y confiadamente manifieste el uno al otro su necesidad, porque, si la madre cuida y ama a su hijo (cf. 1 Tes 2,7) carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno amar y cuidar a su hermano espiritual? Y, si alguno de ellos cayera en enfermedad, los otros hermanos le deben servir, como que- rrían ellos ser servidos (cf. Mt 7,12)”. Podríamos afirmar que este pasaje de la Rb es uno de los más evangélicamente inspirados de los escritos por san Francisco, si es que puede establecerse algún tipo de gradación entre ellos.
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