NG200802001

EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 369 Después de la referencia al libro del Génesis, Francisco, de modo verdaderamente inspirado, pareciera recoger las dificultades de la fraternidad que ha perdido la simplicidad de los inicios, apro- piándose de la ciencia y de la voluntad propia. De hecho, describe la que podría llamarse la “tentación de las tentaciones”: no aceptar la condición humana, no aceptar los límites. En esta línea Dios pide a Adán su obediencia. Adán desobe- deció. En la relación con Dios, Adán desechó la posibilidad de ser hijo del Padre haciéndose “padre de sí mismo” (comió, se enalteció, convirtió el fruto de la ciencia del bien en ciencia del mal). Perder al Padre por la desobediencia significa perder a los hermanos; es en este sentido que obediencia es identidad, porque nos configura como lo que verdaderamente estamos llamados a ser: hijos de Dios. El pecado es no reconocer la paternidad de Dios. La obediencia a Dios no mira a un mandamiento, sino a una relación de Paternidad-filiación. Adm 3 “Dice el Señor en el Evangelio: El que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo (Lc 14, 33); y: El que quiera salvar su vida, la perderá (Lc 9, 24). Abandona todo lo que posee y pierde su cuerpo, el que se entrega a sí mismo totalmente a la obedien- cia en manos de su prelado. Y todo cuanto hace y dice, si sabe que no es contra la voluntad del prelado, y mientras sea bueno lo que hace, es verdadera obediencia. Y si alguna vez el súbdito ve que algo es mejor y de más provecho para su alma que lo que le manda el prelado, sacrifi- que voluntariamente lo suyo a Dios, y esfuércese en poner por obra lo que le manda el prelado. Pues esta es la obediencia caritativa (cf. 1Pe 1,22), porque da lo que debe a Dios y al prójimo. Pero, si el prelado le manda algo que va contra su alma, aun- que no le obedezca no por eso lo abandone. Y si por ello ha de sufrir persecución por parte de algunos, ámelos más por Dios. Porque quien prefiere sufrir persecución a desear separarse de sus hermanos, se mantiene verdaderamente en la obediencia perfecta, ya que entrega su vida por sus hermanos. Pues hay muchos religiosos que, so pretexto de que ven cosas mejores que las que les mandan sus prelados, miran atrás (cf. Lc 9, 62) y tornan al vómito de la voluntad propia (cf. 2Pe 2,22); estos son homicidas, y, por sus malos ejemplos, hacen perderse a muchas almas”.

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