NG200802001
EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 363 recibidos, huyan a otra tierra a hacer penitencia con la bendición de Dios”. En el centro de la exhortación de Francisco se encuentra el tema de la minoridad que los hermanos abrazaron por la profesión de vida evangélica. De hecho, cuando el fundador escribe estas líneas, la costumbre de pedir “privilegios” se había multiplicado endémicamente en la Orden y tal práctica parecía no tener vuelta atrás. Francisco no impone por obediencia un capricho, sino la salvaguarda de la observancia de la regla, sin mitigaciones ni com- ponendas. Los motivos pueden ser tan loables como la predicación, pero para Francisco la motivación fundamental es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, por amor del cual se sufre persecución, se sacude el polvo de las sandalias y se va a otra parte a hacer peni- tencia, que será siempre el modo privilegiado de predicar de un hermano menor. Test 27-28 “Y quiero firmemente obedecer al ministro general de esta Fraternidad y a aquel guardián que le agrade darme. Y quiero estar de tal modo cautivo en sus manos, que no pueda ir ni hacer nada al margen de la obediencia y su voluntad, porque es mi señor”. Francisco es modelo de obediencia ( firmiter volo obedire ) y la comprende al interno de la fraternidad y la actúa en una actitud de entrega de la propia voluntad en la voluntad de la misma fraterni- dad, cuyo vínculo visible de unidad es el guardián. Test 30-33 “Y todos los demás hermanos están obligados a obede- cer de este modo a sus guardianes y a rezar el oficio según la regla. Y si hubiera algunos que no rezaran el oficio según la regla y quisieran hacerlo de otro modo, o que no fueran católicos, todos los hermanos, en cualquier lugar donde se hallen, están obligados por obediencia, dondequiera encuentren a alguno de ellos, a presentarlo al custodio más cercano al lugar en que lo encuentren. Y el custodio está firme- mente obligado, por obediencia, a custodiarlo firmemente día y noche, como a hombre en prisión, de manera que no pueda ser arrebatado de sus manos, hasta que personalmente lo ponga en las manos de su ministro. Y el ministro está firmemente obligado, por obediencia, a enviarlo, por medio de hermanos que lo custodien día y noche como a
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