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EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 357 que permanecen en la verdadera obediencia, que aquí puede tra- ducirse como seguir el Evangelio y vivir en esta forma de vida que prometieron guardar. Observemos cómo utiliza verbos dinámicos para referirse a la observancia del santo Evangelio: seguir; y a la forma de vida: vivir. La obediencia no es una situación estática que se adquiere por la promesa de un voto realizado, sino una situa- ción dinámica que se actúa en el seguir y vivir según las huellas y vida de nuestro Señor Jesucristo, que justamente encontramos en el Evangelio. Pues bien los que permanezcan en la verdadera obedien- cia serán benditos del Señor, en contraposición a la maldición de la frase precedente del texto analizado (5, 16). Rnb 12, 4 “Y absolutamente ninguna mujer sea recibida a la obediencia por ningún hermano, sino que, una vez aconsejada espiri- tualmente, se vaya a hacer penitencia donde quiera”. El capítulo 12 de la Rnb es un interesante indicio del contexto en el que Francisco y sus hermanos desarrollan su vida evangélica: los movimientos pauperísticos laicales. De hecho, la forma de vida que estos grupos llevaban puede espejarse en una infinidad de características que vemos en lo concreto de los hermanos menores. No es este el caso de analizar los influjos que este “fermentario” social y religioso haya ejercido en Francisco, baste solamente indi- carlo para el análisis de este texto. Los hermanos pueden aconsejar espiritualmente a las mujeres, pero les está absolutamente vedado “recibirlas en la obediencia”. Con esta afirmación, de carácter negativo, podemos entender dos aspectos de la obediencia: recibir en la fraternidad y recibir la pro- mesa de este consejo evangélico con el ligamen que eso significa. Basta que, después de ser aconsejadas espiritualmente, ellas tomen el camino de la penitencia, que no será justamente el de la fraternidad de los hermanos menores, porque no se trata de una fraternidad mixta. Rnb 24, 4 “Y de parte de Dios omnipotente y del señor Papa, y por obediencia, yo, el hermano Francisco, mando firmemente e impongo que nadie suprima nada de lo que está escrito en esta vida, ni sobres- criba nada, ni tengan los hermanos otra regla”.

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