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EPISTOLA AD MINISTRUM NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 355 En el contexto del capítulo que habla sobre la corrección fra- terna, una de las primeras afirmaciones, es de una sabiduría y liber- tad únicas. Así, se podría hablar de esta frase de la Regla como de la fundamentación espiritual de la “desobediencia fraterna”. Es obvio que donde hay pecado o mal contra el alma de alguien, lo mandado en esa circunstancia hace que el súbdito no sea de ningún modo obligado a obedecer. Pero más todavía, la peculiaridad de la “desobediencia francis- cana” no radica solamente en evitar el pecado o el mal del alma, sino más aún en no estar obligado a obedecer algo que atente con- tra nuestra vida . Francisco sabe que la forma de vida que abrazaron él y sus her- manos es difícil, a veces parece imposible; pero no puede ponerse bajo el precepto de la obediencia una mitigación o un privilegio que vayan en contra de esta particular forma vitae , porque esto supondría ir contra el Evangelio mismo. Rnb 5, 13-15 “Y ningún hermano haga mal o hable mal a otro; sino, más bien, por la caridad del espíritu, sírvanse y obedézcanse voluntariamente unos a otros. Y esta es la verdadera y santa obedien- cia de nuestro Señor Jesucristo”. Dentro del mismo capítulo sobre la corrección fraterna, nos encontramos delante de un pequeño, pero riquísimo paso. La obediencia es puesta, en primer lugar, en situación paralela al servicio: servir y obedecer (5, 14). En segundo lugar, es la obe- diencia objeto de dos calificativos que la modifican: verdadera y santa (5, 15). El texto del cual Francisco parece tomar la idea original del “servirse unos a otros por amor” podría ser ciertamente una relec- tura, típicamente suya, que hace de Gal. 5, 13, donde se dice que la vocación a la libertad a la que los cristianos hemos sido llamados nos impulsa a servirnos mutuamente en espíritu de caridad. La liber- tad así vivida da lugar a la plenitud de la ley que es una: amar al prójimo como a sí mismo.

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