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CARLOS NOVOA 350 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 cisco que se presenta como siervo de Dios y del hermano, aunque lleguen a azotarlo. Todavía el hermano de Asís no ha terminado. A Él no le basta lo que ha dicho. Le entrega al ministro una especie de clave de veri- ficación del amor a Dios y a él. Y esta clave es la misericordia que habrá de manifestarse en la mirada, en la búsqueda y en el ofreci- miento. El contexto de la misericordia llamada a causa, hará que el hermano que ha pecado esté obligado, por obediencia, a recurrir a su guardián ( EpMin 14). A pesar de la llamativa repetición del término pecado y sus variantes nominales y verbales, podríamos sostener que no es ésta la preocupación fundamental de Francisco. Más bien, permítasenos decir que su “obsesión” no es el pecado, sino el hermano que ha pecado. Es allí donde, teológicamente, la misericordia tiene puesto su horizonte existencial de comprensión. Porque es en torno al hermano pecador que Francisco hace sonar los acordes melodiosos de la misericordia. Aún más, en el borrador de texto legislativo pro- puesto en esta carta, el centro de atención no recae sobre el pecado mortal, sino sobre los hermanos que han pecado mortalmente y sobre cual ha de ser la actitud a ellos debida. San Francisco está escribiendo una carta personalísima. Del texto podemos elucidar el tipo de intimidad que había entre él y este ignoto ministro. La frase utilizada plus quam me (más que a mí) hace un eco concorde con plus quam eremitorium (más que un eremitorio). Esto estaría indicando, en primer lugar este sentido de excedencia que ha de subyacer a las relaciones entre hermanos ( plus quam ), y en segundo lugar, que Francisco y el eremitorio pasan a segundo plano, cuando se trata de atraer, por el amor, hacia Aquel que es el único protagonista de la misericordia: el Señor ( EpMin 11). El ministro es nuevamente remitido al ámbito de la fraternidad cuando se le indica que todo esto habrá de comunicarlo a los guar- dianes ( EpMin 12), pues no ha de ser una actitud válida sólo para él, sino criterio para todos.

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