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CARLOS NOVOA 336 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 “Le apetecía apartarse de las relaciones con los hombres y mar- char a lugares muy retirados, para que, libre de todo cuidado y aban- donada toda preocupación por los demás, no hubiera otro muro que le separara de Dios sino el de su propia carne”(VbF 103). El texto apenas citado, es parte de todo un recuento melancó- lico del celanense, que tomando el amor de Francisco por la vida contemplativa, carga las tintas sobre un modo de apartarse que se desentiende de los hermanos. A pesar de esto, confirma como cierto el aprecio del santo por la vida eremítica. Un poco más equilibrado, se presenta el siguiente texto de la misma fuente: “Verdaderos amantes de la justicia, trataban también de si debían convivir con los hombres o retirarse a lugares solitarios. Más san Francisco, que no confiaba en sí mismo y se prevenía para todos los asuntos con la santa oración, escogió no vivir para sí solo, sino para Aquel que murió por todos, pues se sabía enviado a ganar para Dios las almas que el diablo se esforzaba en arrebatárselas”(VbF 35). Nos encontramos en los tiempos primordiales de la Orden; es en ese contexto donde se debaten los hermanos, entre vivir retira- dos o servir a los hombres. El acento cae sobre la decisión de Fran- cisco, que desconfía de sus propios deseos, quereres, inclinaciones, y confiado en la santa oración, actitud paradójicamente evangélica, opta por vivir para Aquel que murió por todos. Una vez más, se subraya y confirma la dilección de Francisco por la vida de oración, a tal punto que recurre a ella para discernir. Pero no queda inmóvilmente fijado en el repliegue de sus gustos, sino que, a ejemplo de Cristo, de quien era seguidor, se decide por vivir para los demás 39 . Una luz mucho más autorizada nos la acerca la Rnb, donde leemos cuanto sigue: 39 Así lo atestigua el texto paradigmático del discernimiento de la vocación de Francisco, tal como aparece en la LM 12 de san Buenaventura y en Flor 16.