NG200802001
CARLOS NOVOA 424 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 los que lo habían lastimado, Francisco le ofrece la posibilidad de recuperar la vista con el colirio de la misericordia. Recuperar la vista, que en este caso, significa restablecer la relación fraterna con quien más lo lastima: el hermano que ha pecado cuanto se pueda pecar. Francisco sabe que la mirada que se intercambian dos herma- nos revela la cualidad de la relación. Es su convicción más honda que solamente la misericordia en la mirada puede sanar las heridas, que se infligieron mutuamente, con el juicio condenatorio en la mirada. Aquel que fue “sanado” con la mirada de la misericordia infinita de Dios, se hace “evangelio” de misericordia para sus her- manos. Lo que sigue en la EpMin , subraya el ámbito o lugar teológico donde ha de desarrollarse un discernimiento “ad modum francis- canum” . Así leemos: “cuando puedas, comunica esto a los guardia- nes, que por tu parte estás resuelto a obrar así” ( EpMin 12). La comu- nicación a los guardianes ( denunties guardianis ), acerca de cómo piensa actuar en adelante, sugiere no sólo la apertura, sino también, la invitación a que de este modo actúen todos los hermanos. Tanto que, la siguiente instancia será aquella típicamente fraterna: el Capítulo de Pentecostés, donde se contará con la ayuda del Señor ( Domino adiuvante ) y el consejo de los hermanos ( cum consilium fratrum ). En estas simples disposiciones, están dadas las caracterís- ticas básicas, en términos técnicos, de un discernimiento fraterno. El talante eminentemente práctico de Francisco, lo lleva a proponer un borrador de texto legislativo sobre el cual puedan trabajar en el Capítulo de Pentecostés ( EpMin 14-21a). Así llega a término, este canto a la misericordia, con los acordes de una “trinidad” llamada a dejarse envolver y abrazar por el Mise- ricordioso: “allí estarás (tú) con tus hermanos …y con la ayuda del Señor Dios” ( EpMin 21b-22). Finalizando con la invocación de Dios ( Domino Deo adiu- vante ), tal como había iniciado ( Dominus te benedicat ), Francisco vuelve a retraerse, sin retirarse totalmente, aquel que como “maes- tro” del discernimiento espiritual se hizo juglar de la misericordia.
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