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CARLOS NOVOA 332 NAT. GRACIA LV 2/mayo-agosto, 2008, 323-428, ISSN: 0470-3790 Ateniéndonos a estos argumentos, todavía podríamos arriesgar dos hipótesis complementarias. La primera surge de la pregunta acerca de qué tipo de conocimiento unía a Francisco con este minis- tro. O sea, ¿Francisco conoce personalmente al destinatario de la carta? Aunque la respuesta parecería, a primera vista, imposible de responder, sin embargo, hay otras cartas que nos indicarían una pista suficientemente segura. No caben dudas que Francisco conocía personalmente a fray León, a fray Antonio y a Doña Jacoba. Lo atestiguan diversas fuen- tes hagiográficas y lo revelan las tres cartas, tipo billetes, que han llegado hasta nosotros. De hecho, en ellas, aparece el destinatario nombrado explícitamente y el contenido concuerda totalmente con las referencias textuales aludidas. Si la respuesta a la pregunta de la hipótesis fuere afirmativa, entonces, la carta dirigida al ministro tendría también el nombre del destinatario claramente señalado. Pues ésta parece ser la actitud de Francisco cuando escribe una carta de tono personal a quien conoce personalmente. Como éste no es el caso, podríamos inferir, siempre hipoté- ticamente, que Francisco dicta la respuesta a una carta recibida, deteniéndose más en el oficio que en el nombre de este fraile, pues no lo conoce personalmente y, además, por el contenido de la res- puesta, lo que más impacta al santo es “de facto animae tuae” . Si esta hipótesis fuera, al menos, probable, entonces, el ministro no sería fray Elías, sino alguno de los ministros provinciales que habita- ban más allá de los Alpes o lo suficientemente lejano como para no haberse conocido personalmente con Francisco. Siguiendo la línea del razonamiento, podríamos acercar una segunda hipótesis. Considerando que la carta es de un notable contenido personal, sobre todo en la primera parte ( EpMin 1-12), tal como lo atestiguan los manuscritos más tardíos ya mencionados, estaría destinada a fray Elías. La pregunta obvia es, entonces, ¿por qué los primeros copistas no ponen el nombre del destinatario? Me arriesgaría a sugerir una respuesta, que sin poder fundamentar históricamente, refleja, en

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