NG200801006
PABLO GARCÍA CASTILLO 250 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 229-259, ISSN: 0470-3790 artículo segundo. Y en este último artículo hemos concluido que lo absoluto y lo relativo no pueden constituir una unidad per se” 33 . Parece que, dándose una relación, el acto de conocer debe- ría entenderse como esencialmente relativo. Pero Escoto primero analiza los distintos tipos de relación respecto de lo absoluto, para llegar a establecer con rigor a cuál de ellos pertenece la relación que se da en el acto de la intelección. Según él, la relación se puede hallar de tres maneras: contingentemente, como la similitud res- pecto a la blancura; necesariamente, como la relación de la criatura a Dios; según identidad verdadera, como la relación personal divina respecto de la esencia 34 . Tras una breve reflexión sobre la esencia de la intelección, Escoto se pregunta a qué género pertenece dicha operación. Su respuesta recorre uno a uno los diversos géneros, excluyendo que pertenezca al género de la sustancia, como es evidente. Pero tam- poco pertenece al género de la acción, ni de la pasión, ni siquiera al de la relación. Su argumentación es perfectamente coherente con las pruebas de los artículos precedentes. Escoto arguye que “como ninguna relación es la perfección última del agente o del operante, no lo es tampoco ninguna acción del género de acción, ni ninguna pasión del género de pasión. Pero la operación del conocimiento es la perfección última del agente u operante. Luego no es ni del género de la acción ni del de la pasión” 35 . El argumento es claramente aristotélico, pues, según el estagirita, la acción, en tanto ejercicio de la potencia activa, es transmutación de otro, en tanto que otro, y la pasión, transmutación por otro en cuanto otro 36 . Y, como es evidente, el acto de conocer no supone un cambio de otro, ni ejercido por otro sobre el que conoce, sino una operación que perfecciona a quien la realiza, sin cambiar el término de tal acción, ni ser cambiado por él. En otras palabras, ni la acción, que cambia a otro, ni la pasión, por la que el paciente sufre un cam- 33 Quaest. Quodlibet. XIII, 69. 34 Quaest. Quodlibet. XIII, 68. 35 Quaest. Quodlibet. XIII, 71. 36 ARISTÓTELES, Metafísica V, 12, 1019 a.
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