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DUNS ESCOTO: EL CARÁCTER ESENCIALMENTE ABSOLUTO DEL CONOCIMIENTO… NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 229-259, ISSN: 0470-3790 241 verdad su estado. Él es también vida, porque la actividad de la inteligencia es vida y Dios es esa actividad misma. Y su actividad es en sí misma vida perfecta y eterna. Por eso decimos que Dios es un viviente eterno y perfecto; a él pertenece la vida continua y perfecta, pues eso es ser Dios” 15 . Este texto, que tanta atracción ha ejercido a lo largo de la histo- ria de la filosofía, llegando incluso a cautivar a Hegel, constituye el fundamento de la argumentación de Escoto. En él se describe a Dios, paradigma de vida inteligente y feliz, como un viviente perfecto que realiza la operación más noble que pueda darse: la intelección, que constituye al mismo tiempo la realización de su vida perfecta. Y esa operación es una entidad absoluta, aunque también nos explique Aristóteles que ese conocimiento intelectual divino tiene su objeto propio y adecuado, el objeto más noble y más perfecto que existe y que otorga la máxima nobleza al conocimiento del mismo. Dios es el objeto de su propia intelección, pero tal distinción de razón entre el sujeto y el objeto de este conocimiento no supone una relación, sino una identidad. Por consiguiente, la felicidad humana, la realización de la más perfecta operación que el hombre pueda realizar no es una rela- ción, según deduce Escoto de la autoridad de Aristóteles, sino una actividad que perfecciona al agente, la suprema actividad y la más alta perfección a que el hombre puede aspirar, pues, al realizarla, no hace sino imitar la misma vida divina, porque la actividad de la inteligencia es vida y Dios es esa actividad misma. Una actividad, la intelección propia de la vida contemplativa, que Dios realiza sin cesar, pero que el hombre sólo alcanza algunas veces, aunque debe aspirar a ella siempre, porque en ella reside la vida feliz y todos queremos ser felices. Para concluir con la argumentación de esta prueba, Escoto vuelve a recurrir a San Agustín, quien completa la concepción aris- totélica de la felicidad al señalar que no sólo es visión, sino también goce amoroso. Hay una leve insinuación de este segundo aspecto 15 ARISTÓTELES, Metafísica XII, 7, 1072 b.

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