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PABLO GARCÍA CASTILLO 238 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 229-259, ISSN: 0470-3790 ser racional productivo. Por ello, ambas se excluyen mutuamente, porque ni la acción es producción, ni la producción es acción” 9 . La distinción entre ética y estética es evidente. La ética tiene como fin el bien propio de las acciones humanas, cuya adquisición convierte al hombre en constructor de sí mismo, en artista que modela su propia figura, como bellamente expresaron siempre los platónicos. La acción ética reside en la búsqueda de la propia felici- dad del hombre, mientras que el arte persigue la belleza de su pro- pia obra, pretende convertir al hombre en creador de su mundo, de su entorno, de su cosmos artificial. El principio del arte se halla en el agente, pero su fin se dirige a la perfección y belleza de su obra. Así, establece con claridad Aristóteles que hacer y obrar son dispo- siciones racionales distintas, aunque ambas pertenecen a la misma parte deliberativa del alma. La acción ética es inmanente, la produc- ción, en cambio, es una actividad transeúnte. Y aquí se halla la raíz de la doble perspectiva escotista de este asunto crucial de delimitar la naturaleza del conocimiento. Por tanto, concluye Escoto en su introducción del tema, “el sen- tido de la cuestión que ha de discutirse en primer lugar es éste: si el conocimiento actual es esencialmente relación al objeto conocido y, similarmente, si el apetecer actual es esencialmente relativo al objeto apetecido” 10 . Es decir, es preciso definir la naturaleza esencial del conocimiento y del apetito, tratando de determinar si consisten en relación o en cualidad, en producción y adquisición de algo exterior que constituye el fin de la acción del agente o en cultivo de una actividad inmanente de perfeccionamiento del propio sujeto. Finalmente, Escoto reduce a tres los puntos que ha de resolver la cuestión. Sus palabras son diáfanas y enuncian con claridad los ejes de su exposición. Dice así: “En esta cuestión hay que dilucidar tres puntos: en primer lugar se probará que en toda intelección y, en general, en toda operación del tipo de la que hablamos, hay una entidad absoluta. En segundo lugar, se indicará el modo en que tal 9 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco 1140 a 1 – 5. 10 Quaest. Quodlibet. XIII, 6.

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