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BERNARDINO DE ARMELLADA 210 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 193-227, ISSN: 0470-3790 puede en esta vida saber con certeza que Dios es ser , pero dudando de que sea finito o infinito, creado o increado. Lo cual significa una neutralidad del ser 27 entre lo cierto y lo dudoso que converge en una unidad conceptual, necesariamente unívoca : lo cierto es y lo dudoso es . El segundo argumento de Escoto es la necesaria corres- pondencia radical entre el concepto de lo sensible y el abstraído por el entendimiento. Si este concepto no fuera unívoco al objeto representado en el fantasma, sino completamente diverso y anterior respecto del cual el otro fuera análogo, no podría ser producido por el entendimiento agente y el fantasma, porque nunca sería accesi- ble al entendimiento en el presente estado. Y así no podrá lograrse naturalmente ningún concepto de Dios, lo cual es falso 28 . Desde el momento en que no conocemos a Dios en su con- cepto propio adecuado ni en otro concepto creado en que esté esencial o virtualmente incluido, sólo queda la vía del discurso. Y es así como procede la investigación metafísica respecto de Dios: con- siderando la razón formal de una realidad y eliminando de tal razón formal la imperfección que le es propia en cuanto criatura, a esa razón formal (negativamente limitada) se le atribuye la perfección absoluta y así se tiene una idea de Dios. Ejemplo: la razón formal de sabiduría (o de volición) considerada en sí y por sí; y fundándonos 27 «[Rationes pro univocatione] Et univocationem sic intellectam probo quin- tupliciter. Primo sic: omnis intellectus, certus de uno conceptu et dubius de diversis, habet conceptum de quo est certus alium a conceptibus de quibus est dubius; subiec- tum includit praedicatum. Sed intellectus viatoris potest esse certus de Deo quod sit ens, dubitando de ente finito vel infinito, creato vel increato; ergo conceptus entis de Deo est alius a conceptu isto et illo, et ita neuter ex se et in utroque illorum includi- tur; igitur univocus». Ord. I, dist. 3, p.1, q.1-2, n.27; Vat III, 18. 28 «Secundo principaliter arguo sic: nullus conceptus realis causatur in intel- lectu viatoris naturaliter nisi ab his quae sunt naturaliter motiva intellectus nostri; sed illa sunt phantasmata, vel obiectum relucens in phantasmate, et intellectus agens; ergo nullus conceptus simplex naturaliter fit in intellectu nostro modo nisi qui potest fieri virtute istorum. Sed conceptus qui non esset univocus obiecto relucenti in phantas- mate, sed omnino alius, prior, ad quem ille habeat analogiam, non potest fieri virtute intellectus agentis et phantasmatis; ergo talis conceptus alius, analogus qui ponitur, naturaliter in intellectu viatoris numquam erit, et ita non poterit haberi naturaliter aliquis conceptus de Deo, quod est falsum». Ord. I, d.3 p.1 q.1-2 n.35; Vat III, 21s.

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