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BERNARDINO DE ARMELLADA 208 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 193-227, ISSN: 0470-3790 ‘vía negativa’. La misma revelación se quedaría suspendida en algo negativo 23 . 6. La univocidad del ser : el ente más allá de la quididad de lo sensible. Es en la visión filosófica y teológica del ser, donde el Beato Juan Duns Escoto profundizó más –pensamos que no contradijo– la dirección de sus antecesores escolásticos, dando un valor nuevo a una metafísica que trasciende con un realismo audaz la prisión de la física y la irrealidad de la lógica. Es, en su precisión sutil, la trayectoria de una metafísica sin complejos– desde el conocimiento intelectual del singular, pasando por el reconocimiento abstracto de los universales hasta vislumbrar la univocidad del ser en todo lo no contradictorio, descubriendo así en la inteligencia la capacidad de afirmar, por razonamiento metafísico desde la contingencia del ser finito, la existencia del Ser Infinito. Aquí entra la visión de Escoto del ser como unívoco a Dios y a las criaturas, presupuesto para la vali- dez metafísica de las pruebas racionales de la existencia de Dios. Este tema de la univocidad del ser (ens) en el Doctor Sutil es frecuentemente criticado desde perspectivas de sistemas que se amparan en la filosofía de Aristóteles, cerrada en la materialidad necesaria del mundo sensible, de manera que un ‘ ente unívoco real necesario ’ non sería más que el ‘ens’ único de Parménides o de Spinoza, arriba aludido, identificable con el panteísmo. Es una equi- vocación de principio. Escoto reconoce que Dios es el ser infinito y necesario y la criatura el ser finito y contingente que nos propone 23 Interesante la cita de Benedicto XVI en la encíclica ‘Spe salvi’ sobre lo que se puede llamar neutralidad racional frente a la idea de Dios. «Así, los grandes pensadores de la escuela de Francfort, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, han criticado tanto el ateísmo como el teísmo. Horkheimer ha excluido radicalmente que pueda encontrarse algún sucedáneo inmanente de Dios, pero rechazando al mismo tiempo también la imagen del Dios bueno y justo. En una radicalización extrema de la prohibición veterotestamentaria de las imágenes, él habla de la “nostalgia del totalmente Otro”, que permanece inaccesible: un grito del deseo dirigido a la histo- ria universal. También Adorno se ha ceñido decididamente a esta renuncia a toda imagen y, por tanto , excluye también la “imagen” del Dios que ama» . Benedicto XVI, Enciclica ‘ Spe salvi’ , n. 42.

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