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MANUEL LÁZARO PULIDO 186 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 141-190, ISSN: 0470-3790 mente de poco prudente exclusivismo” 110 . En fin, adopta la forma de un solo Maestro, por muy grande y excelente que sea, implica desaprovechar el caudal especulativo de otros importantes maestros medievales, se puede caer en un ocultamiento del talento medieval. Otra razón, muy interesante y que explica el momento por el que pasa la filosofía neoescolástica a finales del XIX y principios del XX, es el argumento de la libertad de espíritu desde el filosofar cristiano frente a las opiniones no católicas que tachan al cristianismo de subordinación y falta de espíritu libre (recordemos las palabras que se señalaron con anterioridad siempre exageradas de J. M. Guardia). Rechazar el exclusivismo tomista de la renovación escolástica es asegurar un lugar de libertad para le pensamiento católico: “Por otra parte, la diversidad de escuelas y opiniones dentro de la enseñanza escolástica prueba con evidencia palmaria á sus enemi- gos que, si se subordina la razón al Evangelio, no por eso rechaza la investigación natural y racional de la verdad, ni cohíbe la discusión científica, ni llegan á ser tan estrechos sus moldes, como suele decirse ahora, que no puedan contener la filosofía y el pensamiento de pen- sadores tan originales y libres, como fueron San Anselmo, Abelardo, Santo Tomás, Escoto, Ockam y Durando” 111 . Quizás este apunte del capítulo XIII sobre el peligro del exclu- sivismo tomista en la renovación emprendida por la Iglesia pueda ayudar a comprender mejor el trasfondo de una discusión sobre Escoto, que no sólo implicaría una nueva edición de polémicas entre escuelas interpretativas, una batalla más entre tomistas y escotistas, sino, además, una forma de abordar la filosofía de su tiempo. Esta circunstancia historiográfica puede favorecer, también, a entender las acusaciones de Zeferino y las respuestas franciscanas, en este caso de Querubín y el porqué fueron ambos incapaces de profundizar en las posibilidades que el pensamiento de Escoto ofre- cía ante el reto del criticismo kantiano. No mucho tiempo después, en la segunda generación de la neoescolástica y de la mano de una metafísica no escolasticista, sino sinceramente de una escolástica 110 Ib. , 94-95. 111 Ib. , 95.

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