NG200801004
MANUEL LÁZARO PULIDO 184 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 141-190, ISSN: 0470-3790 filosofía, imposibilitando el ejercicio de la razón destruyendo sus principios fundamentales (“anonadamiento de la razón”; mientras Escoto, admite los principios fundamentales que sustentan la filoso- fía escolástica para desde los sólidos principios someter a prueba las opiniones contingentes del momento del pensamiento que se estaba viviendo en su época, liberando la razón de servilismos y ciñéndola a su ser luz natural. Una crítica, la primera, nos conduce al absurdo; la segunda crítica, no. De ahí que la analogía no funcione, pues son absolutamente disímiles los efectos producidos: “si hay tan grande analogía en las causas, ¿cómo desaparece toda afinidad en los efec- tos?” 105 . La segunda analogía se muestra evidente y para el autor es consecuencia de la primera: “Si Kant considera como paralogismos las demostraciones alegadas por los filósofos a favor de ciertas verda- des, como la existencia de Dios, la espiritualidad é inmortalidad del alma, etc., Escoto considera como sofísticas muchas de las pruebas alegadas por sus antecesores, y principalmente por Santo Tomás, a favor de muchas tésis, ora psicológicas, ora físicas, ora metafísicas, ora teológicas y morales” 106 . Pero la diferencia de proceder, y sus las consecuencias es muy diversa entre Kant y Escoto. Si Kant extiende su crítica a las mismas verdades ciertas, sin embargo, Escoto sólo pone en duda las opiniones, eso sí, sea su mentor Santo Tomás o no. Lo que es materia opinable sólo atiende a la verdad de lo razo- nable y la opinión más cierta, pues no es lo mismo crear duda sobre la verdad de la existencia de Dios que sobre el principio de indivi- duación tomista 107 . La tercera analogía dice: “Si para Kant el alcance y poder de la voluntad libre es superior al alcance y fuerza de la razón, puesto que 105 Ib. , 71. 106 L. c. “La escuela de San Víctor, Alejandro de Hales, Alberto Magno, Santo Tomás, San Buenaventura, Egidio Romano, Enrique de Gante, en todo descubre materia de crítica, y cuando las exigencias de la evidencia ó de la fe divina le impi- den apartarse de su sentencia, esfuérzase en desvirtuar la fuerza de sus razones y se complace en triturar sus argumentaciones, y en esparcir dudas y sombras sobre la legitimidad y el valor de las pruebas alegadas” (Z. GONZÁLEZ, O. c. , 304). 107 Cf. Apol. , 72.
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