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ANTONIO PÉREZ-ESTÉVEZ 138 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 123-139, ISSN: 0470-3790 como hemos dicho, un ámbito autónomo y paralelo al ámbito de la existencia, en el que el único ente necesario es Dios. Esta dualidad de ámbitos necesarios presenta una grave dificultad al concepto uni- tario que había prevalecido en la tradición cristiano-platónica. Dios era la cúpula unificadora de todas las columnas formadas tanto por las ideas como por los entes existentes. Para Tomás de Aquino, las ideas o esencias pasaron a convertirse en ideas o esencias de Dios y modelos de la creación. El orden lógico-formal con sus principios de identidad y de no-contradicción, como todo orden creado (físico y moral), aunque en sí mismo contingente, se convierte, una vez decretado por Dios, en necesario ex suppositione , lo que supone que no puede ser cambiado ni ser de otra manera distinta. Pero, para Duns Escoto, el ámbito lógico-formal no puede pertenecer al mundo creado porque, en ese caso, participaría de la radical contingencia de todo lo creado: podría ser distinto y/o podría dejar de ser. La voluntad libre de Dios y su omnipotencia no tendrían barreras y Dios podría pensar y crear los mayores absur- dos. Dios, en ese supuesto, devendría un Dios absolutamente arbi- trario y la verdad, el bien y el mal moral, totalmente contingentes y relativos, como erróneamente parece entender Guillermo Fraile en el texto citado al comienzo: “las esencias de las cosas no dependen del entendimiento divino, sino de su voluntad. La norma suprema de la moralidad no es la ley eterna, sino la voluntad de Dios, y de esta voluntad dependen la ver- dad, el bien y el mal moral ”. Para Duns Escoto, todo lo creado es radicalmente contingente y no puede convertirse, en modo alguno, en necesario. Por eso, saca al ámbito lógico-formal de la existencia y lo ubica, de manera extraña, en un mundo que, sin ser existente, tiene alguna suerte de entidad capaz de limitar al entendimiento y a la voluntad divinas y evitar, de esa forma, que la voluntad divina sea arbitraria y capaz de crear toda suerte de realidades caprichosas e, incluso, absurdas. Este reino lógico-formal está tomado, sin duda, del también misterioso reino de las esencias y de los posibles esbozado primero por Algazel y desarrollado después por Avicena:

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