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DUNS ESCOTO EN RATISBONA NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 79-122, ISSN: 0470-3790 85 ‘intelectualismo’ como un logro, prerrogativa y excelencia de la reli- gión católica. Pienso que lo más correcto, sería decir que una reli- gión, un sistema de creencias no es, no debe ser, primariamente, un sistema doctrinal, especulativo, un conjunto / sistema de verdades que enriquezcan la inteligencia. No parece deba ser ‘intelectualista’. Toda religión no es, primariamente, una ‘forma mentis’, sino una ‘forma vitae’: una forma de vivir las relaciones Dios-hombre. Dentro de la vivencia religiosa, lo apetitivo, lo desiderativo y amoroso y volitivo ha de tener la preeminencia. Como representantes de este laudable intelectualismo se men- ciona a los dos magnos teólogos del cristianismo occidental: Agustín de Hipona y Tomás de Aquino. Este último bien puede soportar el calificativo de ‘intelectualista’, con los matices que sean indispen- sables. Pero Agustín de Hipona bajo ningún concepto puede ser propuesto como ‘intelectualista’ y, como tal mente alineado doctri- nalmente con Tomás de Aquino. La historia de la teología medieval está en contra de esta alineación. Los agustinianos de la segunda mitad del siglo XIII combatieron a fray Tomás de Aquino porque (a juicio de ellos) abandonaba el pensamiento de Agustín, el máximo doctor de la Iglesia, para seguir la senda doctrinal marcada por el Filósofo, Aristóteles. Abandono que directamente ocurría en el terreno de la filosofía, pero con importantes, innegables repercu- siones en el campo de la teología. En estos círculos agustinianos se escribió el “Correctorium fratris Thomae” . Le hacían esta especie de la ‘corrección fraterna’ porque se apartaba de la enseñanza de Agus- tín a favor de Aristóteles. S. Buenaventura, reconocido agustiniano del siglo XIIII, en nada favorece el intelectualismo que menciona Ratzinger. Según el Doctor Seráfico, la actividad de la inteligencia en teología ha de estar ordenada al amor de caridad. Buenaventura es un excelente representante del agustinismo medieval. También lo es, en no menor grado, Duns Escoto. Porque con toda nitidez habla de la primacía de la voluntad/ libertad sobre la inteligencia / razón dentro de la actividades realizadas por el espíritu humano. Con Juan Duns Escoto ( dice Ratzinger ), “comenzó el volunta- rismo ”, como insinuando un reproche. Lo históricamente correcto es decir que Escoto no comenzó, sino que continuó y desarrolló el

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