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DUNS ESCOTO EN RATISBONA NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 79-122, ISSN: 0470-3790 111 Duns Escoto, pasión por el orden . Dios obra ordenadísima- mente, por ser la suprema Caridad . Sólo un desconocimiento total de los textos de Escoto puede explicar (no justificar) el hecho de que, en publicaciones de filosofía y teología, el voluntarismo tanto divino como humano que sin duda cultiva Duns Escoto, pueda ser interpretado como una propensión al desorden, “arbitrarismo”. Ade- más del irracionalismo, del anti-intelectualismo antes mencionado. O como ‘decisionismo’ propio de una voluntad poco ponderada, poco ilustrada, a la hora de ejercer la libertad que le es propia. Lo que ocurre en realidad es que para Escoto el orden que reina en la vida divina y en la creación obrada por Dios lo busca en forma preferencial (no exclusiva) en la voluntad, la libertad, la caridad, el amor. Desde la filosofía griega viene repitiéndose, como una adagio, como axioma indiscutible, el dicho “ sapientis est ordinare ”: es el sabio (su inteligencia) quien establece el orden . Y, ya se sabe, el saber tiene su sede en la inteligencia. No se ha fijado la atención, no se ha comprendido la originalidad del pensamiento de Escoto den- tro del cual cabe decir: “ amantis est ordinare”: el orden lo establece el que ama . Y, ya se sabe, el amor tiene su ubicación en la volun- tad. Según él, el orden del universo no lo ha establecido la Primera Inteligencia, lo establece el Primer Amor. Desde luego, la frase este- reotipada no ocurre en los escritos de Escoto, pero si hay una idea equivalente, expresada en palabras equivalentes. Efectivamente, Escoto es un teólogo del orden como podría serlo cualquier teólogo, pero lo es en forma original. En vez de buscar el orden en la inteligencia, lo busca en la voluntad, en el amor. Escoto utiliza en momentos clave de su enseñanza esta fórmula “Dios obra ordenadísimamente ” (Deus est ordinatissime volens). Fórmula que debería desanimar del todo a los que intentan acusarle de arbitra- rismo o voluntarismo impulsivo, tanto en el campo de lo divino como de lo humano. Comencemos por subrayar el hecho de usar un superlativo. El superlativo es poco frecuente en latín. Y menos dentro de un el lenguaje rígido y duro como el de Escoto. Pero este superlativo aplicado al ‘orden’ con que Dios procede, se completa y aclara con esta otra fórmula: Dios a impulso de la máxima caridad

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