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DUNS ESCOTO EN RATISBONA NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 79-122, ISSN: 0470-3790 81 cio– la tarea que ante sí tienen la filosofía y la teología occidental es la de ‘matrimoniar’, preparar el matrimonio ‘Fe-Razón’, los dos magnos personajes que crean la cultura europea occidental. Con la esperanza de que de esta unión nazcan nuevas criaturas. Bajo esta consigna trabajaron a lo largo de la Edad Media hombres como Abe- lardo, Anselmo de Canterbury, Buenaventura de Bagnoregio, Tomás de Aquino, Duns Escoto. El ‘matrimonio’ parece que ‘funcionó’ (como se dice) durante la ‘Edad de oro’ de la teología escolástica. Desde el siglo XVI las desavenencias matrimoniales se fue- ron haciendo ostentosas, insuperables dentro de la Cristiandad. El teólogo M. Lutero cometió la irreverencia de llamar ‘ramera’ a la razón (Hure Vernunft). Por su parte, la razón desde el siglo XVII fue incrementando su rebeldía frente a la fe, hasta ser proclamada como ‘diosa Razón’ en los diversos estamentos de la sociedad occiden- tal. Con la Ilustración se había llegado al divorcio cada ve vez más visible y cargado de polémica y hasta de agresividad. En nuestros días el problema es inmenso y preocupante. Como interlocutores y adversarios actuales y tradicionales (a veces bastante duros) de esa deseable convivencia y armonía, señala Ratzinger al islamismo y, sobre todo, a la cultura moderna en su globalidad y en sus diversas manifestaciones. Pero también, en forma si quiera rápida y alusiva, mienta a ciertos teólogos católicos. Fe y Razón en el islamismo. El prof. Ratzinger presenta al isla- mismo como adversario de esta buscada e indispensable armonía ‘Fe-Razón’ por doble motivo: a) por haber sancionado y hasta promovido el empleo de violencia (física o legal) para imponer la religión coránica; b) por el voluntarismo extremoso que invadió su concepto de Dios, presentándolo como ‘voluntarioso y arbitrario’ en su relaciones con la humanidad. Que puede hacer todo lo más imprevisible, irracional e incluso contradictorio en su trato con los seres humanos. Como es sabido, el fundamentalismo islámico reaccionó enton- ces con fuerza contra esta presentación de la religión del Mahoma. Fuera de esos ambientes, comentaristas católicos y musulmanes indicaban que las alusiones y citas de Ratzinger pudieran tal vez tacharse de menos oportunas. Se olvidaba en ellas que los cristia-

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