NG200801001
ISIDORO GUZMÁN MANZANO 16 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 Pertenece la gracia al ámbito de lo personal y dentro del amor de amistad. Y, en cuanto tal, toda actualización de una amistad es enriqueciente, intrínsecamente enriqueciente. Y si la amistad es con Dios es superenriqueciente, si bien ‘a posteriori’ o una vez que acontece y permanece. La gracia, en cuanto fenómeno original de índole personal y de índole de la caridad, consiste en este ponerse en acto actualizado, efecto conjunto de la ‘potencia’ misma y de Dios como concausa principal, mejor aún, principalísima, actualización cara por la pre- sencia de Dios en su coactuación. Un acto caro actualizado que permanece, en cuanto ‘forma manens’ , perpetuamente, perfeccio- nando la actividad correspondiente y uniente (attingere) inmedia- tamente a Dios, en forma de intuición para el entendimiento, en forma de complección de su bien o como ‘bonum commodum’ o perficiente de toda capacidad de recibir, así como actualización del ‘bonum amicitiae’ o ‘affectio iustitiae’ en lo que consiste amar y ser amado. En cuanto ‘forma manens’ , no es otra cosa sino la función de estar siendo siempre perficiente y uniente con un Dios dándose en presente. Esa ontología del acto beatífico y que es ontología de todo acto caro a Dios (no olvidemos que la caridad con la que ahora amamos a Dios es de la misma naturaleza que la caridad con la que se cum- ple la Superamistad, según Escoto) se cumple también en el caso del hombre Jesús. Para decirlo negativamente y en vistas a que resalte más por contraste, podríamos decir, que si Dios no hubiera perso- nado al hombre Jesús por el Verbo, si Dios no le hubiera agraciado sin medida y no le hubiera concedido la Superamistad beatífica etc., el hombre Jesús, ‘ipso facto’ , hubiera quedado y hubiera sido dejado en la misma condición humana natural en la que el hombre puede vivir y existir sin esas condescendencias y caricias excelsas con las que Dios ha tenido a bien adornarle. Pero no ha sido así. Por el contrario, Dios ha constituido a su Cristo como obra suya maestra y suma, obrando libremente ‘ad extra’ . Recordaré, para los que vieran en lo dicho un cierto exage- rado extrinsecismo de la gracia, que el orden de la gracia es mucho más profundo y fuerte que lo es o pueda ser el orden natural. El
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