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EL PRIMADO ABSOLUTO DE CRISTO EN ESCOTO… NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 41 Hoy día la cuestión del monogenismo o poligenismo no parece inquietar a los teólogos. Pero, a mi modo de ver, si se mantiene la tesis del pecado original y originado, no se ha resuelto nada y no podríamos quedar indiferentes al problema 18 . Sería interesante discutir paso a paso lo que nos dice en con- creto J. L. de la Peña sobre el particular en su obra El don de Dios. Contra él diré, rápidamente, que la sociabilidad del hombre por él promovida como componente del hombre, puede ser aceptada tranquilamente. Pero que el carácter social del hombre juegue papel importante para justificar el theologoumenon del pecado original me parece no sólo un discurso muy oscuro que oculte la verdad del pecado original, sino que es aberrante, si se mantiene eso del pecado original. Si lo que nos dice L. de la Peña fuera verdad, debe- ríamos concluir que Lot y su familia no contrajo pecado original alguno, ya que se mantuvo creyente de Yahvé en un medio social que le era hostil, en medio de una general irreligiosidad. Esto de lo social, explica al parecer, pero en realidad explica bien poco o nada la cuestión del pecado original, si se mantiene su verdad. Es verdad que Escoto, en cuanto hijo de su tiempo, ha asumido la teología del pecado original de entonces, aun cuando de modo diversificado. Pero, de alguna manera, ha puesto los principios de superación de la aceptación de tal asunción. Y los ha puesto, en pri- mer lugar, porque ha elaborado un concepto superior de salvación, según el cual, los Ángeles, que no tienen naturaleza común con los Lo que no puede decirse es que ello no constituya problema alguno para la teología. Y menos alegando que ya Sto. Tomás, entre otros (¿y quién no, entre los teólogos?) nos dice que la encaranción fue unión de la naturaleza humana al Verbo Divino, como afirma muy gratuitamente TRESMONTANT en su Introducción a la Teología Cristiana ( Barcelona 1978) 158). Porque, lo que no se comprendería que una naturaleza humana debida a troncos humanos diversos o la naturaleza humana de otro planeta tenga que correr la suerte de la naturaleza del tronco de Adán en la cuestión del ‘pecado original’. Ni se comprende, en consecuencia, dentro de esta posición tomista que la redención de pecado contenga salvación de todos, de aque- llos que pecaron de otra manera o no pecaron. 18 Cf. sobre el particular la obra conjunto de K. RAHNER y P. OVERHAGE, El problema de la hominización (Madrid 1979).

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