NG200801001
EL PRIMADO ABSOLUTO DE CRISTO EN ESCOTO… NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 39 En la teología normal, se comprende el pecado, ya desde S. Agus- tín, como aversio, como aversión contra Dios. No es que esto no sea verdadero. Pero toma su verdad profunda si se interpreta esta aver- sión como ruptura de la lógica del amor que es circular y recíproca. Dios, que se manifiesta amorosamente diligit se aliis, no encuentra respuesta al amor ofrecido debido al pecado. En el pecado se rompe la estructura natural del amor. Y sabemos, que el alius por excelencia del diligit se aliis es Cristo Encarnado. Odio o aversión a Dios con- lleva intrínsecamente aversión al Misterio de la Encarnación que es el amor manifestado de Dios o el Don que conlleva la respuesta de Cristo al amor dado. Si no se toma en serio a Cristo Encarnado, no se toma en serio al Dios que ama o diligit se aliis y quiere ser amado. No aceptar y no responder con amor al diligit se aliis es dudar, poner en entredicho y, al final, rechazar a un Dios que se da como Palabra cargada de amor. Posiblemente el pecado contra el Espíritu del que nos habla el Evangelio sea este: el rechazo de Jesús como la manifes- tación y realización suprema del amor de Dios entre y para con los hombres. Y se comprende. Tenía razón la Madre Ágreda cuando, en visión celeste, vio el pecado de los Ángeles malos en la no aceptación y rechazo de la Encarnación de Cristo como nacido de María 16 . El pecado, pues, tiene teológicamente sentido en cuanto es relativo a la cancelación y eliminación maliciosa de la fuerza del amor, manifestada y realizada supremamente y de modo singular en la Encarnación del Hijo de Dios. El pecado es, de alguna manera, una anti-encarnación, rechazo de la encarnación de Dios. Podríamos añadir otras cosas sobre este asunto del pecado. Por ahora, baste lo dicho en vistas a la comprensión de la ‘esencia’ del pecado teológicamente comprendido en su profundidad: él es oposición y está en dirección contraria a la dirección del amor cuya esencia contradice, a saber, responder con odio y rechazo al amor de Dios que se da y manifiesta entero en Cristo Jesús. El pecado, cristianamente cualificado, comporta en su esencia rechazo de Cristo, rechazo del plan salvífico de Dios realizado en Cristo Jesús. 16 Cf. M.J. DE ÁGREDA, Mística Ciudad de Dios , 1ª parte, cap. 7-10.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz