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ISIDORO GUZMÁN MANZANO 34 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 rechazo constituye el centro decisivo del creer para la salvación o del no creer para la condenación. Si, desde el principio, el diligit se aliis, en cuanto palabra de amor de Dios, dicha, manifestada y realizada en Cristo, se encuentra operante desde el principio en la realidad creada, en forma de metahistoria singular, entonces es el Verbo Encarnado el centro fuera del cual no hay salvación. Y es con respecto a este Cristo o Verbo encarnado con respecto al cual tendría significación plena la admiración confesada de Tertuliano de ¡o testimonium animae naturaliter christiana! 14 , ¡oh testimonio del alma naturalmente cristiana! No es que toda alma u hombre tenga una ‘tendencia a’ realizarse conforme a Cristo, como estructura natu- ral, sino que toda alma, ya de antemano, está y se encuentra bajo el dominio de Cristo Jesús como el Primero, pues de Él todos reciben gracia y salvación. Dicho con otras palabras: todo hombre, por el hecho de ser hombre y si no ha pecado, se encuentra inserto en el orden Crístico: si no ha pecado, como la Santísima Virgen. Si ha pecado, por ‘redención de pecado’. Algo más podríamos decir sobre esto tomando como modelo lo que Escoto nos dice en la línea de cómo la fe infusa se requiera en todo estado y en todo estadio o fase de la humanidad para la salva- ción. En efecto, la fe infusa que tiene como ‘objeto creíble’ el mismo objeto que tiene el Vidente en el cielo: Dios, fin último de salvación, y su Verbo encarnado. Esos son nuclearmente, los objetos ‘creíbles’ por excelencia y sustituidos, eliminando el velo en cuanto ‘creíbles’ , por la Visión en el cielo. Escribe Escoto: “A la objeción tercera hay que decir que los objetos ‘creíbles’ están en una triple diferencia. Algunos son tales que su visión pertenecen de lleno y esencial- mente a la beatitud, cual lo es la Visión de la Santísima Trinidad; tales son capaces de ser sabidos, extendiendo el significado de saber, esto es, como cognoscibles que han de ser vistos. Y de estos directamente hay que entender que a creerles les sucede la visión. Otros son de tal naturaleza de quienes la visión pertenece a la beatitud en alguna manera, no, sin embargo, como objetos esenciales 14 TERTULIANO, Apologeticum, 17, 4.
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