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ISIDORO GUZMÁN MANZANO 32 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 Si bien miramos en su hondón, este designio de Dios, que, repetimos, es un designio fáctico y real, no ha sido roto ni podrá ser roto por pecado alguno de los hombres. Si bien miramos en su hondón, esta posición de Escoto recoge lo mejor y lo único verda- dero (verdad teológica) del principio o axioma que está a la base de la teoría redentiva por satisfacción de S. Anselmo: la de que el proyecto de Dios de salvar se realizará, si bien habrá hombres o Ángeles que no se salven. Según éste santo Doctor, Dios, redimiendo por Cristo Redentor, ha querido llevar a su realización el proyecto originario de salvación de la criatura racional humana. Ésta, por su pecado, se ha cons- tituido en estado de incapacidad absoluta de salvación. Por eso, debe de ser redimida por un Redentor divino, si Dios quiere realizar el proyecto originario (necesidad del Redentor). Dios, mediante el Redentor absoluto, recupera (restaura) el orden primigenio de modo superior y mejor, mediante un Reparador que, ahora, es el summum Opus Dei. En la posición de Escoto, se mantiene el designio originario de Dios. El pecado no trastocó en nada ese designio de salvación. Y no lo trastocó para nada porque el designio de la superabundante gracia es anterior a la abundancia del pecado. El designio de Dios es ‘promesa’ y, a la vez, realización continua y continuada en cada momento, de esta historia supralapsaria de salvación. La diferencia entre Escoto y S. Anselmo me parece ser mínima, desde un punto de vista; y, desde otro punto de vista, máxima. Mínima, en primer lugar, porque ambas a dos mantienen la prose- cución de un único proyecto salvífico habido desde el principio y operante en la historia de los hombres. Máxima, no obstante, por- que, según S. Anselmo, el proyecto originario divino de salvación se hubiera realizado sin Cristo en el caso de que el hombre no hubiera pecado, por una parte; y, por otra, se rompió al introducirse el pecado. En consecuencia de esto, tuvo que encarnarse Cristo. De aquí y por lo mismo, los Ángeles no se han salvado por la gracia de Cristo. Según Escoto, por el contrario, y por razón de ser Cristo el Pri- mero en todo, no hay ni ruptura del designio originario, ni conce- sión de gracia alguna, ya desde el comienzo, sino gracia crística en todo caso, también en la salvación de los ángeles inocentes.

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