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ISIDORO GUZMÁN MANZANO 10 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 of the temporary reality, in the structure of the historical reality of the man especially. It is, undoubtedly “viator”, the salvation of all – also the philosophi- cal and that of other religions – comes for Christ. In turn, Christ, not only is a principle of reality with regard to our world, but it would be a principle of real- ity of any world or what it is the same thing, is an absolute principle of reality. Since a creation without Christ Incarnated does not make sense. KEY WORDS: Duns Scotus, primacy of Christ, superfriendship, trascendental’s metaphysics, God’s love, hermeneutic principle. Lo que hasta ahora hemos intentado decir sintéticamente en los capítulos que preceden, lo podemos explicitar aún más en perspec- tivas que son, a la vez, mirada retrospectiva de lo hecho y mirada prospectiva de un desarrollo de nuevas perspectivas abiertas que, me parecen, ser de valor incalculables. Más allá de los distingos y de las dificultades que, en la exposición nos han asaltado, se percibe en lo expuesto un núcleo teológico unitario que muy bien pudiera ser designado como el principio crístico de la realidad. Toda reali- dad y el hombre, de modo especial, inscriben ese principio crístico a su manera. Pertenece al corazón de la Revelación que confiesa que el Hombre Jesús, que nació en Belén y vivió en Palestina en tiempos y circunstancias determinadas, fue y es el Hijo de Dios encarnado, fue y es el agraciado por Dios con toda clase de bendiciones y sin límites y, al final, después de muerto, fue y es el Resucitado. La biografía entera de ese hombre Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección, es el hombre singular que Dios quiso como el primero sin más. Es lo que la Iglesia, con la ingenuidad que le proporciona la fe, confiesa una y otra vez en el decurso de los tiempos en torno a este hombre singular que fue y es Jesús de Nazaret. Y es de este hombre singular, de quien el Padre y el Espíritu Santo testimoniaron ser el Hijo en quien ellos se complacían, por- que, en verdad, Él era así, es del que parte Escoto en su cálida espe- culación teológica. Es falso que Escoto imponga su lógica a un Dios que tenga que pensar o hacer las cosas como Escoto las pensó. Lo que hace Escoto es, más bien, retomar y perseguir, del mejor modo posible, la lógica que Dios implica y manifiesta en este Misterio del hombre Jesús. Leyendo dentro de este hombre Jesús, confesado

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