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ISIDORO GUZMÁN MANZANO 18 NAT. GRACIA LV 1/enero-abril, 2008, 9-77, ISSN: 0470-3790 función de querer comprender lo realizado fácticamente por Dios y en vistas a dar cuenta de nuestra esperanza cristiana. Es ésta, en efecto, la función de la teología. Y el Cristo ex-plicado en el sentido dado, es un Cristo trópicamente comprendido que no excluye, pero supera al Cristo narrado 3 , pues que Aquél está presente misterio- samente en Éste. El Cristo narrado por los Evangelios es el Cristo al que siempre se refiere Escoto cuando nos habla de Él. Pero es un Cristo narrado, ahora creído por gracia de Dios como el que en realidad es: el Mesías o Hijo de Dios. El Cristo de la historia es y se identifica o es el mismo que el Cristo de la fe o el Cristo creído. Todos lo grandes Escolásticos harán del Cristo del Evangelio el ‘centro’. S. Buenaventura, de modo especial entre ellos, se carac- teriza por un pensamiento estrictamente cristocéntrico. Pero es un cristocentrismo fundado en que Cristo encarnado por nuestros pecados, por el pecado de Adán, viene fundamentalmente como el Restaurador de todo, explicado y comprendido en múltiples vertien- tes. Se pondera en Cristo por parte de estos teólogos la grandeza singular de Cristo. Él es, sin duda, el ‘Opus summum Dei’. Pero lo es como Restaurador 4 , pues que es como Restaurador de un pecado cometido como Él ha venido y se ha encarnado. Diríase que la lógica de estos autores es la implicada en el dicho paulino com- prendido literalmente de que “allí donde abundó el pecado, sobrea- bundó la gracia” 5 . 3 “Evangelia narrant historiae quod factum est et verum est, et ideo verbum evangelistae oportet ut vera sint ut exprimunt, non sic de aliis sermonibus tropicis Scripturae Sacrae” Ord. III, d. 14,22. Escoto hace referencia a S. Agustín escribiendo contra los Apolinaristas en la q. 9 de In 85 Quaestionum . 4 Cf. sobre el particular el trabajo del P. N. SIMONELLI, Doctrina Christocen- trica Ser. Doct. S. Bonaventurae (Assisi 1958). Cf. los capítulos primero y tercero en particular. 5 Literalmente y visto a primera vista, este dicho de S. Pablo parece decirnos que, primero, fue el pecado y después, la gracia. Pero, en el contexto del pensa- miento de S. Pablo, se ve claramente que, para S. Pablo, el orden de Cristo y de la gracia es anterior al orden del pecado. Y, en este sentido, podríamos interpretar el dicho: aún cuando haya habido pecado, la superabundancia de gracia dada de hecho y de antemano en Cristo Jesús es mucho mayor que la malicia del pecado cometido posteriormente. La gracia que perdona de pecado es ciertamente superior

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