NG200701034
EL IMPRESCINDIBLE PAN DE LA CULTURA CATÓLICA 883 e s y , y e a - s e - , , s a l e e - e a l - r a la publicación de tantas obras. Como si fuera una partera que asiste al autor en el trance de su alumbramiento. Bien es verdad que nunca he sido párroco en el sentido canó- nico de la palabra. Pero siempre, en la cátedra, en los libros publica- dos y en los Medios todos de Comunicación, he tenido una parroquia virtual para evangelizar desde la actualidad, desde la lectura y desde la cultura cristiana. Por eso me siento dichoso de rematar hoy, entre vosotros y en este lugar en que se evangeliza leyendo, escuchando, dialogando y debatiendo, mi trayectoria sacerdotal y cultural. Aquí queda este legado que representa y atestigua la caudalosa torrentera de la tradición cultural cristiana. A su vera podréis alimen- taros copiosamente con el imprescindible pan de la cultura católica amasado y horneado por la BAC. En la esperanza y en la seguridad de que todo esto os ayudará a “seguir caminando entre el pasado y el futuro”, como reza el título de este ciclo que hoy clausuramos, yo me despido de vosotros con unos hermosos versos de Dulce María Loináz que hablan de “las semillas que abren camino a la luz y de tas viejas raíces”. Versos que están tomados de su obra “Canto a la tierra”. Así, como ella lo describe, me gustaría a mi que fuera vuestra completa inmersión en la fe y en la cultura cristianas: “Y empapándome en las savias calientes y profundas, sentir en derredor la vibración intensa de millones de vidas borboteando en silencio, fundirme en ese vaho vital que me renueva, sentir la sombra, el fango, el hervor, la humedad. La rabia de los gérmenes palpitando y las buenas semillas que se rompen y se abren camino a la luz. Y el afán, la obsesión de las viejas raíces alargándose, buscándome, empujándome. ¡En tanto late y late mi corazón de tierra”. 4. UN OBLIGADO ESTRAMBOTE En la literatura española, los sonetos –una de sus máximas expresiones poéticas– suelen contar con la especial licencia de un apéndice que dio en llamarse “estrambote”. Yo les pido ahora su venia para añadir a lo dicho hasta aquí un muy breve “estrambote”, precisamente.
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