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EL IMPRESCINDIBLE PAN DE LA CULTURA CATÓLICA 879 a o l . e a a e s - a l . r s s r : r s : a a , e Ávila al precioso libro que escribió a requerimiento de Doña Sancha Carrillo y que tanto bien ha hecho a sus lectores a lo largo ya de más de cuatro siglos. En aquellos tiempos del siglo XVIII en que el jesuita José Francisco de Isla escribió su archifamosa historia del predicador Fray Gerundio de Campazas, apareció en el panorama español de la literatura espiri- tual, propia del barroco, un libro de piedad que llevaba este donoso título: “Alfalfa espiritual para los borregos de Cristo”. Sin acentuar (en este caso) el rintintín fito-zoológico de aquella ocurrencia, sí que me gustaría desear a todos Uds. que todo este forraje o alimento espiritual no quede solitario y mudo en los anaqueles que lo almacenan. Ya lo dijo muy gráficamente el dramaturgo americano John Steinbeck: “Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública, puede medirse la cultura de un pueblo”. Ya sé que no es éste el caso. Mi exhortación acuciante a la lectura parte, no sólo de una honda convicción sobre su provecho, sino también de una persuasión pro- funda sobre la imprescindible necesidad para los cristianos de que hay que alimentarse regularmente con el pan de la cultura católica. Dos son las razones en que me apoyo para lanzar ante Uds. esta especie de SOS a favor de la lectura y de los libros: la ignorancia reli- giosa hoy rampante en las filas de los propios cristianos y la crisis de lectura, y por ende de cultura, desatada por la irrupción masiva de las nuevas técnicas de comunicación social y de entretenimiento. En cuanto a la penuria de cultura religiosa que padecen no sólo los hombres y mujeres de nuestro tiempo descreído y secularizado, sino también los cristianos de hoy, me permitiré repetir ante Uds. unas reflexiones escritas ya en julio de 1998 a propósito de la labor editorial que tenia entre manos. Es un diagnóstico más bien español, pero Uds. dirán si eso no es extensible a otras latitudes cristianas. Por ejemplo, a estas: “¿Podríamos estar de acuerdo en que el católico español, el de a pie, nunca se ha distinguido por la excelencia de su cultura religiosa? Muchos expertos estiman que ni el afán de lecturas ni el ánimo de cre- cer en los saberes religiosos es nota característica de los creyentes espa- ñoles. Para la mayoría de ellos el último esfuerzo didáctico se pierde en las brumas de la primera comunión”.

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