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840 FRANCISCO R. PASCUAL c s é c y s e g c c v c e c a t a e c i r t t c cas? Esta cuestión tiene gran interés para comprender la temporalidad del hombre; y de rechazo, su posible eternidad. Vamos a abordarla levemente por la cara que mira de forma directa al problema que traemos entre manos. Dijimos antes que el tiempo real (de res-i ), físico o astronómico es puro presente. En él no existe ni el pasado ni el futuro. Existieron o existirán. Con el tiempo personal o del espíritu, acaece de algún modo lo contrario. El tiempo del espíritu es sobre todo futurición. O, si se prefiere, es un presente que implica el porvenir y el pasado. Hasta hace bien poco, opinaban muchos, imbuidos de la con- cepción “real” del tiempo, que el pasado era pasado y lo alojaban en el desván del recuerdo, que es algo menos que la memoria. Desde el siglo XIX se viene afirmando, más acertadamente, que el pasado se conserva. Cómo se realiza este “mantenimiento” es difícil de explicar. Parece cierto –en contra de lo que han afirmado biologistas y dia- lécticos– que nuestro pasado, el pasado de la persona humana, no permanece únicamente como realidad subyacente y “potencial”, de donde emergen el presente y el futuro. Lo potencial pertenece pro- piamente al orden de la naturaleza, y no puede explicar la peculiar condición libre, personal y “poética” del ser humano. Según Zubiri, el pasado se conserva en cuanto deja sobrevivir las posibilidades (no digo potencias) que hemos creado y poseemos cual patrimonio de nuestra existencia. Algo parecido se debe afirmar del futuro . El futuro personal no es simplemente lo que será. Ni es tampoco una mera explicación o actualización del presente, como la rosa lo es del capullo bajo el amor tierno y fecundo de la primavera. El futuro del hombre es lo que aún no existe, pero que puede existir, no sólo porque hay poten- cia natural para ello, sino porque están dadas en el presente, para su realidad, todas las posibilidades necesarias. De aquí se deduce que el presente personal no se limita a ser puro presente, como acontece en el mundo “real”, de las cosas. Es también porvenir y pasado, en cuanto está integrado de manera primordial por todas las posibilidades de vida, creadas directa o indi- rectamente por el hombre. Esto es lo más importante y llamativo del tiempo humano. No es pura sucesión. Lo cual equivale a decir: no es un tiempo “real”, en el sentido anteriormente citado de la palabra. Las cosas ( res ), transidas de temporalidad, van dejando sucesiva-

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