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816 FRANCISCO IGLESIAS de comprometer lo más posible a todos y a todos los niveles, a base de mucho más diálogo y de una auténtica “colegialidad” efectiva (e incluso “ampliada”), para poder crecer en perfecta comunión enri- queciéndonos mutuamente con los talentos y carismas de unos y de otros. La meta de llegada, aunque siempre sea inasequible como el horizonte, debiera ser la de conseguir formar una Iglesia de adultos en la fe, capaces de dar respuestas positivas a los retos posconci- liares completando y mejorando entre todos, no traicionando, el concilio. Me he detenido en unos pocos detalles importantes del Conci- lio y del posconcilio, referidos deliberadamente a ciertas urgencias de la Iglesia “mirándose a sí misma, a su identidad y vitalidad desde dentro”, dejando en penumbra su dimensión con respecto al externo, es decir, como parte de y comprometida con el mundo (vitalidad “ad intra” y vitalidad “ad extra”). ¡Habría bastante que decir también sobre los desafíos conciliares y posconciliares de la Iglesia, que el viento del tiempo se ha llevado, referentes a sus responsabilidades con toda la familia humana! De todos modos, confío que esta modesta y muy personal evocación posconciliar pueda sugerir algo positivo y estimulante, al menos para que el recuerdo vivo de siempre y las celebraciones conmemorativas del Concilio se conviertan para nosotros en un per- manente motivo de serios autoexámenes sobre el modo cómo esta- mos gestionando, valorando y enriqueciendo nuestra propia parte de posconcilio de cada día; bien conscientes, en todo caso, de que vale más encender una luz que perder el tiempo y la paz lamentán- dose de la oscuridad… F RANCISCO I GLESIAS G ONZÁLEZ Curia General de los Hermanos Menores Capuchinos, Roma a r s c r c v a v r l s r c r e r

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