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CUARENTA AÑOS DE POSTCONCILIO. ALGUNOS RETOS SIGNIFICATIVOS… 815 s e e s - - . e , a l - e a y - - a i . , II rica; y menos a pesimismo, a desencanto o a una simple llamada a recriminar a “otros”. Todos somos Iglesia, y aquí radica lo que más cuenta para nosotros, como personas, dinámicamente miembros del Pueblo de Dios. Y, por lo mismo, todos somos responsables de algún modo ante los retos del Concilio y ante las tareas importantes y urgentes del posconcilio, algunas ya demasiado descuidadas por olvido, ligereza, insensibilidad o desentendimiento nuestros. No creo que sea el caso de rellenar a cualquier coste deter- minadas lagunas o de cubrir con parches desfasados pasos menos logrados del Concilio. Ni hará falta soñar, al menos de inmediato, con otro nuevo Concilio. Cierto, el viento del tiempo se ha llevado bastantes retos del Concilio y del posconcilio. Pero no quiere decir que esas tareas malogradas se hayan perdido irrecuperablemente. Bastará comenzar por tomar con mayor insistencia en las manos el Concilio, empeñarse en leerlo y meditarlo serenamente y compren- der bien la marcha actual de la Iglesia, para recordar y redescubrir las premisas que nos dejó el Concilio y los retos o las cuestiones abiertas que están reclamando el esfuerzo de todos a fin de poner al día las intuiciones que la Providencia puso en nuestras manos hace más de cuarenta años. Bastará, paciente e inteligentemente, lograr descubrir… el nombre exacto de las cosas, a comenzar por lo que cada cristiano, en cuanto tal y según su estado de vida, debe ser y debe hacer. Para luego ser y hacer llevando una vida más lúcida y segura. Pero todo esto a un precio: al precio, a mi juicio, de que los responsables del Pueblo de Dios sepan interesar al mayor número posible de los miembros de la Iglesia en un proyecto prioritario de formación evangélica permanente, mediante “un retorno incesante a las fuentes de toda vida cristiana” a fin de asegurar su identidad de “christifideles” “siguiendo e imitando a Cristo tal cual lo propone el evangelio”. Sin dar por descontado o por sabido nada, en fuerza de la rutina o de la superficialidad de la vida. Desde aquí se podrán comprender y asumir muchas otras cosas, útiles también, y se tendrá además la ventaja de aumentar mejor las defensas cristianas de todos ante tanto viento laicista y anticristiano que parece querer poner a prueba, providencialmente, la fe de los creyentes en Jesús. Desde el punto de vista teológico y metodológico creo que será imprescindi- ble que dentro de la Iglesia se promueva intensivamente la táctica
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