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810 FRANCISCO IGLESIAS sos para contentar a las varias corrientes teológicas presentes en el aula. Además, el Vaticano II ha aceptado plenamente el principio hermenéutico de los Concilios precedentes: no resolver cuestiones que todavía están en discusión entre los teólogos” 21 . Sin quitar nada, repito, a la divergencia entre los propósitos y las concesiones reales, fácticas, por fidelidad a la dinámica de la historia de la Iglesia, que camina en el sentido del movimiento y de la vida, un dato es cierto: en ningún otro Concilio de la Iglesia se ha hablado y publicado tanto como en el Vaticano II sobre el laicado y la vida religiosa. Pero no puede olvidarse –teniendo en cuenta la posición neta del Concilio a que acabo de referirme– que esa serie de afir- maciones tienen un carácter descriptivo, tipológico, caracterizante y hasta cierto punto identificador, no directa y formalmente conclu- yente. Se trata de un material aprovechable, que ha estado dispo- nible durante cuarenta años de posconcilio, para intentar síntesis bien sistematizadas de la noción teológica del llamado laico y del llamado religioso, con toda la serie de consecuencias lógicas en el área vital de estos dos estados de vida en la Iglesia y en el mundo. Con todo, a estas alturas, ¿qué pasos reales y decisorios se han dado a propósito de este segundo reto: colmar la laguna de la iden- tificación teológica de esas dos formas de vida de los fieles cristianos llamados laicos y religiosos/consagrados? Simplificando al máximo, cabría decir lo siguiente: la oferta de palabras y de publicaciones sobre estos temas (incluso bajo esa perspectiva específica de la noción teológica, bien que sin llegar al fondo de la cuestión, como veremos hablando de los dos sínodos “ad hoc”) ha inundado a todos como un verdadero diluvio; en el planteamiento de la cuestión, ha prevalecido con mucho el sistema del aganche automático, literal y repetitivo al Concilio, como si todo, o casi, hubiera quedado dicho y resuelto ya allí; no pocas veces, de manera casi instintiva, como suele suceder en momentos de identidad débil, se ha buscado sostenerse con la novedad y dogmaticidad de determinados vocablos, asercio- nes, gestos y solemnes propuestas de vida; se ha asumido, explica- blemente, más de un efecto-espejismo de ciertas intervenciones del 21 A. ANTÓN, “Ecclesiologia postconciliare: Speranze, risultati e prospettive”, en Vaticano II: Bilancio e prospettive venticinque anni dopo: 1962-1987 , I (Assisi 1987) 364. li i c S c l a li a c c t f a y g c 2

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