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CUARENTA AÑOS DE POSTCONCILIO. ALGUNOS RETOS SIGNIFICATIVOS… 805 - l a r , r s , e - a a - e s - e s . - l - Concilio el tema por excelencia es la Iglesia: la Iglesia vista desde sí misma, desde su más íntima identidad (LG) y la Iglesia vista desde su inserción y su proyección en el mundo, en diálogo y servicio a la humanidad (GS). Pero en ambos casos “prevalece” claramente la idea de la Iglesia como comunidad de creyentes, como pueblo de Dios, como organización colectiva, como entidad o institución sal- vífica, como comunidad o asamblea de creyentes en Cristo, incluso como ‘cuerpo de Cristo’, en sentido más bien global y genérico. En otros términos, “prevalece” más bien el concepto temático-teológico de la eclesiología y la cristología. A mi juicio queda bastante difu- minado y dispersivo el tratamiento de los elementos “personales y personalizados” de la Iglesia: Cristo (Jesús de Nazaret) y el cristiano “sic et simpliciter”; Cristo, Cabeza y el cristiano, miembro real de su Cuerpo místico. Todos, El y nosotros, somos Iglesia, la dimensión o el elemento constitutivamente “personal” del “cuerpo” o de la comunidad de creyentes cristianos que es la Iglesia. Ante el pano- rama global de la LG destaca la ausencia de un breve, pero esencial tratado de la centralidad de Jesús de Nazaret, a base de un evan- gelio puesto rigurosamente al día, y de la realización del cristiano “sic et simpliciter” con todas las consecuencias de su “ser y perma- necer en Jesús” mediante un proceso constante de seguimiento y conformidad con Él. Solo desde esta perspectiva será posible que cualquier “christifidelis” sea consciente de lo que el cristocentrismo significa en su identidad. Se necesita luz, más luz y más concretez para que todos reconozcamos y respetemos lo que tenemos en común y para que cada uno reconozca, respete y ayude a crecer, en sí y en los demás, lo que cada cual tiene de modalidad propia, dentro del único estado de perfección cristiana. Precisando algo más, paso ahora al capítulo V de la LG, sobre la vocación universal a la santidad en la Iglesia. Es bien sabido que este tema, que nació sobre la marcha durante el Concilio y que es consi- derado como el “núcleo incandescente” de la Iglesia, misterio de sal- vación, y la gran novedad conciliar, encontró una serie de dificulta- des, no por el contenido y la importancia excepcional del mismo sino en cuanto a su colocación más propia en el conjunto de la LG. Por fortuna se llegó a tiempo para separarlo, aunque con prisas, del tema de los llamados religiosos (cap. VI de la LG). Pero no se pudo, por falta de tiempo, pasarlo a formar un capítulo nuevo aparte, en con-

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